jueves, 14 de mayo de 2015

La receta insustituible del amor

Cardenal José Francisco Robles Ortega,
Arzobispo de Guadalajara

Hermanos, hermanas,
muy amados todos en Jesucristo,
Nuestro Señor:

Él nos dice siempre: “Como mi Padre me ama, así los amo Yo; permanezcan en mi Amor” (Jn 15, 9). Quiero decirles que todo el Misterio de nuestra Fe Cristiana es una Obra de Amor, porque Dios es Amor (1 Jn 4, 8).
El Padre es Amor porque nos mandó a su único Hijo, Jesucristo, para que nos salvemos por Él. El Hijo es Amor porque entregó su vida por nosotros: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15, 13). El Espíritu Santo es Amor porque no hace distinción de personas, sino que está dispuesto a derramarse sobre todos.
Dios es Amor, y nosotros hemos sido hechos a su imagen y semejanza. Por eso podemos percibir, recibir y disfrutar el Amor que Dios nos tiene. Él ama a los santos y a los pecadores, a los pobres y a los ricos, a los sabios e inteligentes, y ama por igual a los ignorantes. Su obra realizada por nosotros es una Obra de Amor.
Quienes recibimos esta Obra, que es Dios y es de Dios, quedamos comprometidos a vivir nuestra vida en el amor. “Permanezcan en mi Amor” (Jn 15, 16), dice Jesucristo a los Apóstoles, y nos dice a todos que, si nos decimos sus discípulos, debemos permanecer en su Amor.
Este Mensaje que leemos en el Evangelio nos da una receta, nos revela un secreto de cómo debemos vivir nuestra vida cristiana. Hay muchos cristianos que viven su vida preocupados de no pecar, de no cometer errores, no mentir, robar, ofender, difamar, ni hacer injusticias. Todo eso está muy bien, porque el verdadero discípulo de Cristo no debe convivir con las obras del Mal.
Pero muchos cristianos ahí se detienen, en no pecar. Cristo nos dice que nuestra vida cristiana no es sólo eso; que no se agota en nuestra preocupación por no ofender a Dios. La vida cristiana consiste en amar, hacer, manifestar obras de amor, servicios, misericordia, perdón, atención para con todos, sin distinción; de tal manera que, si pusiéramos en una balanza qué pesa más, no pecar o amar, pesaría más el de sí amar, sí servir, sí perdonar, sí tener misericordia, sí acercarnos a los demás.
Ya que estamos en la Liguilla del Futbol Mexicano, les pongo un ejemplo: si la preocupación de un equipo fuera solamente que no le metieran goles, tendría que replegarse en el lado de su cancha; todos los jugadores metidos; y sí, defenderían, pero así no van a ganar, sino que hay que hacer goles para ganar.
Sólo haciendo el Bien y las obras de Amor toda la vida, ganamos la Salvación. Cuando nos enfrentemos a Dios en el Juicio Final, no va a preguntarnos cuántas veces no pecamos. Nos preguntará si amamos al hambriento, qué hicimos por el desnudo o a favor del enfermo, del migrante. Va a pedirnos cuenta de cuánto realizamos en servicio del amor a los demás.
Nuestra Fe Cristiana no se reduce a la intimidad de nuestra vida. El que no ama a su hermano, no conoce a Dios. El que no manifiesta su Amor a los demás, es porque no ha conocido a Dios, que es Amor.

Yo los bendigo en el nombre del Padre,
y del Hijo, y del Espíritu Santo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario