Un encargo singular
Desde la Cruz te dejó
un encargo singular:
que nos cuidaras a todos,
empezando por su Juan.
Eso sí que lo comprendo
y era lógico pensar
que Él quisiera que a su amigo
se lo pudieras cuidar.
¿Pero a nosotros, Señora?…
¿Qué te podíamos dar?
¿Habías pensado de veras
que te haríamos fastidiar?
¡Es que no nos conoces!
¿Por qué quisiste aceptar,
si no sabemos ser hijos?
¡Te vas a decepcionar!
Madre Nuestra, Madre Mía,
gracias por aceptar
a este puño de carambas
que acabas Tú de adoptar.
Míranos, somos huérfanos.
En la persona de Juan,
te aceptamos como Nuestra
y te vamos a cuidar.
Pbro. Cándido Ojeda Robles
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