jueves, 30 de abril de 2015

Los fajos pitiados están en menos cinturas

Y son para presumirse

De por sí es rala la economía en los 10 Municipios del Norte del Estado, y no existe una política decidida de apoyo a esta actividad artesanal, que le ha dado fama nacional y extra fronteras.

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Salvador Y Maldonado

COLOTLAN, JAL. Buena parte de las artesanías han sido afectadas como negocio por la caída del poder adquisitivo del consumidor y por otros factores colaterales. Los fajos pitiados del Norte de Jalisco y otras prendas de este género no son la excepción. En Colotlán, su principal centro de elaboración, se manifiesta un ejemplo palpable de la crisis que impacta a este producto, de enorme tradición artesanal.
Como suele suceder para muchas situaciones, no hay estadísticas oficiales sobre la artesanía del pitiado de modo que a través de los datos numéricos pudiera evaluarse la crisis de este objeto que, pese a todo, conserva su arraigo en la Zona Norte y la Región vecina del Sur de Zacatecas.
Un dato ilustrativo: la Autoridad Municipal de Colotlán considera que, hace unos 20 años, el 60% de la población ocupada trabajaba en los talleres de pitiado, contra solamente el 30% en la actualidad, según lo señaló su Titular de la Dirección de Cultura, Ricardo Urista.
Este funcionario adujo que han sido varios los factores que han agredido al pitiado, desde el paso de la moda de la música de “La quebradita”, hasta el hecho de que los talleres de pitiado (tanto el auténtico, como el de imitación, a base de otra materia prima) que han proliferado en las cárceles con costos muy reducidos ante los de los de un taller formal, además de las diferentes expectativas de las nuevas generaciones, que ya no tienen interés en esta artesanía, sobre todo por el establecimiento de Escuelas de Educación Superior en la Región.
Por cierto, recordó que, en el apogeo del ritmo de “La quebradita”, se experimentó un momento muy propicio para la comercialización de los artículos pitiados, ya que éstos fueron puestos de moda por varios cantantes en solitario o por los vocalistas de grupos musicales.

El reto de rescatar el oficio
Al respecto, el Director del Instituto de la Artesanía Jalisciense, Camilo Ramírez Murguía, refirió que el pitiado, como oficio artesanal, ha sido afectado por varios factores económicos y sociales, comenzando por la reducción de las personas adiestradas en ese quehacer.
Para incidir positivamente en la disminución o solución de este problema, informó que se ha promovido una Escuela de Talabartería en Colotlán para que de nuevo se fomente el interés por este trabajo, el cual va de la mano con el bordado de la pita (fibra natural del hilo de los objetos pitiados, y que se trae de Oaxaca).

Ramírez Murguía dijo también que se pretende facilitar que los artesanos del pitiado acudan a diversas actividades en las que se contacte a posibles compradores, como Ferias artesanales, ganaderas, y actividades de charrería y espectáculos.
A su vez, Sergio Campos Gálvez, artesano del pitiado, comentó que su gremio ha demandado que se les brinden facilidades para acudir a exhibir en los Campeonatos importantes de la Charrería para ahí contactar con compradores.

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Oficio de gran tesón
Campos Gálvez detalló que gran parte de la producción de objetos pitidos, por ejemplo cintos, monturas, hebillas y diversos accesorios (como fundas de navajas y machetes, junto con bolsos para dama) se exportan hacia el mercado norteamericano a ciudades con población de origen mexicano, dado que el poder adquisitivo de allá, permite la adquisición de la mercancía, a diferencia de las dificultades que se enfrentan para vender en el mercado doméstico.
También resaltó que el pitiado tiene en su contra el hecho de ser un oficio que requiere de mucho tiempo en su mano de obra, lo que permite que algunos de sus promotores recurran al trabajo de los internos de los centros carcelarios, donde la mano de obra es mucho más barata.
Para destacar la tarea tan laboriosa que implica el bordado de la piel con hilo de pita, puso el ejemplo de que la hebilla de un cinto requiere de 10,000 puntadas, mientras que una montura necesita de una cantidad superior hasta en 100 tantos. Subrayó que la hechura de una montura demanda que un bordador le dedique, de tiempo completo, un mes de trabajo para sacar adelante el cometido, lo que explica la cotización de la obra a precio alto, en comparación con las tarifas que pudieran ofrecerse con la mano de obra barata de la gente recluida en las prisiones.

Interesantes testimonios
Gloria Edith Pérez es empleada de una tienda de artículos pitiados, y comenta que en el oficio del bordado de la pita en piel se requiere gran concentración de la vista al penetrar la aguja en el cuero, lo que lleva a que la gente tenga un desgaste visual con el paso del tiempo. Éste es uno de los riesgos del trabajo de un bordador.
Esta mujer habla de que, para el diseño del pitiado, hay figuras tradicionales que se plasman en los objetos elaborados, como la espiguilla, la hoja de parra y varias grecas.
Otro artesano entrevistado, Adrián Quiñones Muñoz, con más de 25 años de experiencia en este oficio, comentó que esta artesanía se aprende en forma directa, de padres a hijos, o de otras personas que lo dominan.
A pesar de la crisis actual, este bordador no pierde la esperanza de que la demanda repunte, aunque ya no sea la actividad que más empleo genere en Colotlán, como hace unos años.
Los dos bordadores reconocieron que hay que reemprender acciones para organizarse mejor como gremio. En esto, reconocieron que se perdió el impulso que llegó a tener el Consejo Regulador que se formó hace unos 10 años, el cual ya no siguió funcionando.

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