jueves, 23 de abril de 2015

EDITORIAL

Las mejores palabras: las que entienden los niños y provocan su sonrisa

Día del Niño, en puerta. ¿Palabras de candidatos a los niños?: promesas, halagos; también dádivas, payasitos para entretenerlos y lanzar vivas; discursos sin hebra, ofertas vanas, proyectos de ensueño ¿Habrá algún ofrecimiento sólido de familia, hasta hoy ninguneada como base de la Sociedad?
Disertar sobre los pequeños, teorizar en presente y futuro es, hasta cierto punto, tema fácil. De igual modo, la publicidad, consignas, pancartas, marchas y hasta prometer Congresos de Pedagogía, sacarse de la manga temas álgidos del maltrato a los menores o vociferar sobre sus derechos conculcados… en Campaña todo es válido.
¿Cuál fue la pedagogía de Jesús de Nazareth acerca de los niños? No fue cuando corrigió a sus discípulos porque les impedían acercársele. Ni siquiera cuando dijo que “de ellos y de los que son como ellos, es el Reino de los Cielos”. La misericordia por un niño tampoco fue cuando detuvo el cortejo fúnebre del hijo único de una viuda para devolvérselo a su madre porque lloraba inconsolable.
Su excelente cátedra, sin palabras, acerca de la niñez, fue su propia vida de niño. Fueron los años de silencio, de crecimiento, de aprendizaje, de obedecer y compartir en su familia; de ir guardando en su propia alma las historias familiares, las pobrezas, al igual que los reclamos maternales, como cuando oyó: “¿Por qué has hecho esto con nosotros?”, en aquella ocasión en que se les extravió hasta que lo encontraron en el Templo.
La mejor palabra de los Evangelios para los infantes fue la vida discreta de familia, y que el redactor resume de forma escueta. En un estilo sapiencial, dice: “… Crecía y se fortalecía en edad, estatura y Gracia delante de Dios y de los hombres.” Así vivió sujeto a sus padres.
Los chavos requieren, de su familia, ejemplos para compartir, no teorías sobre valores, sino momentos importantes de vida. Eduardo Galeano -recién fallecido, por cierto- en su obra “Patas arriba, la escuela del mundo al revés”, pinta un horizonte lamentablemente realista acerca de las creaturas: “Día tras día, se niega a los niños el derecho de ser niños… mucha suerte tienen los niños que consiguen ser niños.”
El Papa Francisco con frecuencia habla de la realidad que les ha tocado a los menores en nuestro tiempo: niños usados en talleres clandestinos, en la redes de prostitución, en los quehaceres sucios de la Humanidad; explotados como “burros” cargados de droga. Habla de los niños por nacer, a quienes se les niega la vida, y aclara: “No debe esperarse que la Iglesia cambie su postura sobre esta cuestión”.
La mejores palabras para los niños son las que nos dan tiempo para mirar su rostro de inocencia. Ellos necesitan proyectos en serio. Son bastión para el futuro en un mundo ensañado contra el candor y pureza infantiles; que no mide sus excesos y escandaliza a los pequeños.
El “Niño del Tambor de hojalata” que utilizó Günter Grass -también recién fallecido- en su Novela para denunciar lo que no le gustaba de su propio pueblo, suena a juego, pero resalta una verdad de Perogrullo: los niños se atreven a decir la verdad, son transparentes en medio de la hipocresía del mundo.
Celebrar el Día del Niño es mucho más que colgar piñatas, organizar juegos, y darles regalos. Es entrar en una dinámica para construir un mundo diferente desde la Escuela, los Gobiernos, la Iglesia, los Medios de Comunicación y, sobre todo, la Familia.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario