jueves, 23 de abril de 2015

La Santa Sede, presente en América

El Vaticano participó en la VII Cumbre de Las Américas, en Panamá

Huichol

Los días 10 y 11 de abril se desarrolló esta importante Reunión, con la asistencia de 36 Jefes de Estado y del Secretario General de la ONU. Bajo el Tema “Prosperidad con Equidad: el Desafío de la Cooperación en Las Américas”, se discutieron subtemas referentes a educación, salud, energía, medio ambiente, migración, seguridad, participación ciudadana y gobernabilidad democrática.
Esta Cumbre de las Naciones de América, que se realiza cada tres años, ofrece la oportunidad de definir una agenda continental que aborde desafíos urgentes e impulse cambios positivos. Uno de los asuntos que mayormente captó la atención fue el encuentro sostenido por los Presidentes de Cuba y de Estados Unidos, Raúl Castro Ruz y Barack Obama, respectivamente.

El Papa pidió equidad
Uno de los 36 participantes en esta VII Cumbre de Las Américas fue el Cardenal Pietro Parolín, Secretario de Estado de la Santa Sede, quien presentó un Mensaje del Papa Francisco, dirigido al Presidente de Panamá en su calidad de anfitrión, Juan Carlos Varela Rodríguez.
En su Mensaje, el Santo Padre saludó a todas las Delegaciones participantes y las alentó a superar “diferencias en el camino hacia el bien común”, en una clara referencia a los Gobiernos de La Habana y de Washington, expresando que “la inequidad, la injusta distribución de las riquezas y de los recursos, es fuente de conflictos y de violencia entre los pueblos, porque supone que el progreso de unos se construye sobre el necesario sacrificio de otros, y que, para poder vivir dignamente, hay que luchar contra los demás. El bienestar, así logrado, es injusto en su raíz y atenta contra la dignidad de las personas”.
Dejó en claro que hace falta mucho por trabajar: “Hay bienes básicos como la tierra, el trabajo y la casa, y servicios públicos como la salud, la educación, la seguridad, el medio ambiente, de los que ningún ser humano debería quedar excluido. Este deseo -que todos compartimos- desgraciadamente aún está lejos de la realidad. Todavía hoy sigue habiendo injustas desigualdades que ofenden a la dignidad de las personas. El gran reto de nuestro mundo es la globalización de la solidaridad y la fraternidad, en lugar de la globalización de la discriminación y la indiferencia. Y, mientras no se logre una distribución equitativa de la riqueza, no se resolverán los males de nuestra Sociedad”.

Desigualdades insuperables
Más adelante, el saludo del Sumo Pontífice se refería también a la realidad económica de varios países del Continente: “No podemos negar que muchos países han experimentado un fuerte desarrollo económico en los últimos años; pero no es menos cierto que otros siguen postrados en la pobreza”. Luego, retrató la difícil problemática por la que atraviesan muchas naciones, entre ellas la mexicana: “Además, en las economías emergentes, gran parte de la población no se ha beneficiado del progreso económico general, sino que frecuentemente se ha abierto una brecha mayor entre ricos y pobres. La teoría del goteo o derrame se ha revelado falaz: no es suficiente esperar que los pobres recojan las migajas que caen de la mesa de los ricos. Son necesarias acciones directas en pro de los más desfavorecidos, cuya atención, como la de los más pequeños en el seno de una familia, debería ser prioritaria para los gobernantes. La Iglesia siempre ha defendido la promoción de las personas concretas, atendiendo sus necesidades y ofreciéndoles posibilidades de desarrollo”.
Vale recordar que el Vicario de Cristo estará en Estados Unidos en el mes de septiembre para acudir al Encuentro Mundial de las Familias. Con certeza, hablará con mayor fuerza a fin de denunciar éstos y otros males que sufrimos los mexicanos, víctimas de violencia creciente.

Los desplazados
Un tema primordial que mencionó el Papa Francisco: “Me gustaría también llamar su atención sobre el problema de la inmigración. La inmensa disparidad de oportunidades entre unos países y otros hace que muchas personas se vean obligadas a abandonar su tierra y su familia, convirtiéndose en fácil presa del tráfico de personas y del trabajo esclavo, sin derechos ni acceso a la justicia … En ocasiones, la falta de cooperación entre los Estados deja a muchas personas fuera de la legalidad y sin posibilidad de hacer valer sus derechos, obligándoles a situarse entre los que se aprovechan de los demás o a resignarse a ser víctimas de los abusos.
“Son situaciones en las que no basta salvaguardar la Ley para defender los derechos básicos de la persona, en las que la norma, sin piedad y misericordia, no responde a la justicia. A veces, incluso dentro de cada país, se dan diferencias escandalosas y ofensivas, especialmente en las poblaciones indígenas, en las zonas rurales o en los suburbios de las grandes ciudades. Sin una auténtica defensa de estas personas contra el racismo, la xenofobia y la intolerancia, el Estado de Derecho perdería su legitimidad”.

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