jueves, 16 de abril de 2015

Aparición de Jesús a los discípulos (Lucas 24, 35-48)

Tercer Domingo de Pascua. Cristo ha vencido a la Muerte para siempre, y con su Resurrección nos ha traído la paz, la alegría, la vida eterna.


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Fuente: Catholic.net


Meditación del Papa Benedicto XVI

Encontramos en el Evangelio de San Lucas a Jesús Resucitado, que se presenta en medio de los discípulos, los cuales, incrédulos y atemorizados, pensaban que veían un espíritu. Romano Guardini escribe: “El Señor ha cambiado. No vive ya como antes. Su existencia… no es comprensible. Sin embargo, es corpórea, incluye todo lo que vivió: el destino atravesado, su Pasión y su Muerte. Todo es real. Aunque sea cambiada, pero siempre una tangible realidad”.

Dado que la Resurrección no borra los signos de la Crucifixión, Jesús muestra sus manos y sus pies a los Apóstoles. Y, para convencerlos, les pide algo de comer, así que “le ofrecieron un trozo de pescado. Lo tomó y comió delante de ellos”. San Gregorio Magno comenta que “el pescado asado al fuego no significa otra cosa que la Pasión de Jesús, Mediador entre Dios y los hombres. De hecho, Él se dignó esconderse en las aguas de la raza humana, aceptó ser atrapado por el lazo de nuestra muerte y fue como colocado en el fuego, dados los dolores sufridos en el momento de la Pasión” (Benedicto XVI, 22 de abril de 2012).


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