jueves, 30 de abril de 2015

Evangelización y Catequesis en el Siglo XIX (Primera de dos partes)

Conviene saber antecedentes

Están cumpliéndose, en nuestra Arquidiócesis, 100 años de que se ideó catequizar a los fieles mediante formas sistemáticas y metodológicas, y la SEDEC (Sección Diocesana de Evangelización y Catequesis) conmemora de diversas maneras este siglo de trabajo mejor organizado.

CabañasFdrOrozco

Pbro. Armando González Escoto

El Siglo XIX mexicano fue demasiado trágico. Entre 1810 y 1874 no tuvo el país cinco años seguidos de paz y tranquilidad social. Esta permanente inestabilidad, generada primero por la prolongada Guerra de Independencia, y después por las diversas guerras civiles y de intervenciones extranjeras, produjo grandes vacíos educativos en todos los órdenes, pero también en el Proceso de Evangelización y Catequesis que la Iglesia venía desarrollando en nuestra Patria desde el Siglo XVI.
Pero aún antes, ya el Obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas y Crespo, quien gobernó la Iglesia de Guadalajara entre 1796 y 1824, advertía un paulatino deterioro en los conocimientos religiosos de las comunidades, sobre todo las rurales, así como en la conducta ética de sus pobladores. En buena medida, la transmisión de la Fe se daba en base a tres recursos: el compromiso de los padres de familia desde el hogar; la educación que se daba en todas las escuelas, a las cuales asistía un porcentaje más bien reducido de la población, y la que se ofrecía por medio de sermones y pláticas en la Misa y en las diversas Asociaciones de fieles que existían.

Promoción de cambios
Tal realidad llevó al obispo Cabañas a establecer la obligatoriedad de la Catequesis al término de la Misa dominical, para todos los fieles y en todas partes, penando incluso con multas pecuniarias a los Sacerdotes que descuidasen esta obligación. La medida tuvo éxito, pero luego de 1810, toda la comunidad habría de sufrir los vaivenes de la inestabilidad.
En delante, pues, y por lo menos hasta 1874, la transmisión de la Fe y la perseverancia en ella descansarían más en las tradiciones heredadas y sostenidas por la piedad popular, y en la relativa enseñanza religiosa que inculcaban las familias mediante programas bien diseñados y divulgados de Catequesis o Evangelización, ya que en este período la inestabilidad política y los intereses extranjeros produjeron un clima de constante violencia e innumerables guerras civiles e internacionales, asonadas, motines, golpes de Estado y tumultos, de tal suerte que difícilmente se podrán contar cinco años seguidos de paz en nuestro suelo dentro del lapso señalado: 1810-1874.
La situación se mantuvo, como ya se asentó, por casi todo el Siglo XIX, si bien la Diócesis tapatía haría todo tipo de esfuerzos para sostener actividades formativas cristianas por medio de Catequesis en Misa y después de ella; a través de numerosos periódicos católicos; como parte de la administración de los Sacramentos, y contando con el hecho importante de que en las escuelas públicas, pese a la misma inestabilidad social mencionada, se mantuvo la enseñanza del Catecismo, por lo menos hasta la muerte del Presidente Benito Juárez García. No obstante, siempre quedaría marginado de esta actividad un número cada vez mayor de la población. El conflicto entre la Iglesia y el Estado, que ya se apuntaba desde 1829 y que tendría una duración similar, influyó igualmente en los bajos resultados de los proyectos pastorales.

Otras influencias
Ya a mediados del Siglo XIX existían en nuestra Diócesis grupos sociales, tanto de élite como populares, no sólo al margen de la vida cristiana, sino frecuentemente hostiles a ella, y de éstos habrían de salir frecuentemente tanto los intelectuales que generaron las Leyes antieclesiásticas como los saqueadores de Templos, Seminarios y Conventos, que de manera turbulenta los asaltaron sin la menor consideración, o se unieron a camarillas que recorrían las calles de Guadalajara recitando pasquines en contra del Clero, de los Monasterios y de los mismos católicos.
Con la pacificación nacional que inició el primer Gobierno del General Porfirio Díaz Mori y la posterior conciliación con los diversos estamentos de la Sociedad, se inició un nuevo período que vino a favorecer tanto el progreso del país (al menos en términos de macro estructuras), como la recuperación de los proyectos educativos, incluyendo aquí la acción pastoral de la Iglesia. La Evangelización y la Catequesis tuvieron entonces una nueva oportunidad
(Continuará).

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