jueves, 9 de abril de 2015

Año Santo de la Misericordia

El Papa Francisco nos sorprendió con un gran regalo, al anunciar la celebración de este Jubileo.


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El viernes 13 de marzo fue dada la noticia de la Promulgación del “Año Santo de la Misericordia”. En efecto, durante la homilía que pronunció en la Basílica de San Pedro con ocasión de la celebración penitencial de la Cuaresma, Su Santidad indicó que el Jubileo iniciará este año 2015 con la Apertura de la Puerta Santa, en la Basílica Vaticana, el 8 de diciembre, y concluirá el 20 de noviembre de 2016. La Bula Papal será publicada el 12 de abril de 2015, Domingo de La Divina Misericordia.


Camino de conversión

Con sus propias palabras, el Santo Padre lo expresó así: “Queridos hermanos y hermanas, he pensado frecuentemente en cómo la Iglesia pueda hacer más evidente su Misión de ser testigo de su Misericordia. Es un camino que inicia con una conversión espiritual, y tenemos que andar este camino.

“Por eso, he decidido convocar un Jubileo Extraordinario, que tenga en el centro la Misericordia de Dios. Será un Año Santo de la Misericordia. Queremos vivirlo a la luz de la Palabra del Señor: ‘Sean misericordiosos como el Padre’. Y esto, especialmente, para los Confesores, ¿eh? ¡Tanta misericordia!”

Luego, dio detalles: “Este Año Santo iniciará en la próxima Solemnidad de La Inmaculada Concepción, y concluirá el 20 de noviembre de 2016, Domingo de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo, y rostro vivo de la Misericordia del Padre. Confío la organización de este Jubileo al Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, para que pueda animarlo como una nueva etapa del camino de la Iglesia en su Misión de llevar a cada persona el Evangelio de la Misericordia”.

Concluyó el Santo Padre con estas alentadoras palabras: “Estoy convencido de que toda la Iglesia, que tiene tanta necesidad de recibir Misericordia porque somos pecadores, podrá encontrar en este Jubileo la alegría para redescubrir y hacer más fecunda la Misericordia de Dios, con la cual todos estamos llamados a dar consolación a cada hombre y a cada mujer de nuestro tiempo. No olvidemos que Dios perdona todo, y Dios perdona siempre. No nos cansemos de pedir perdón. Confiemos este Año, desde ahora, a la Madre de la Misericordia, para que dirija a nosotros su mirada y vele sobre nuestro camino: Nuestro camino penitencial, nuestro camino con el corazón abierto, durante un año a recibir la Indulgencia de Dios, a recibir la Misericordia de Dios”.


Historia de perdón

Antes del anuncio formal, el Vicario de Cristo meditó ampliamente en torno a la Misericordia también en el cuerpo de su Homilía, y explicó que “el Sacramento de la Reconciliación permite acercarnos con confianza al Padre, por tener la certeza de su perdón. Él es verdaderamente rico de Misericordia y la extiende con abundancia sobre aquellos que recurren a Él con corazón sincero. Estar aquí para tener la experiencia de su Amor es, sobre todo, fruto de su Gracia. Como nos ha recordado el Apóstol Pablo, Dios nunca deja de mostrar la riqueza de su Misericordia en el curso de los siglos. La transformación del corazón, que nos lleva a confesar nuestros pecados, es don de Dios; nosotros solos, no podemos. Confesar nuestros pecados es un don de Dios, es un regalo, es obra suya. Ser tocados con ternura de su mano y plasmados de su Gracia, nos permite, por lo tanto, acercarnos al Sacerdote sin miedo por nuestras culpas, con la certeza de ser recibidos en el nombre de Dios, comprendidos a pesar de nuestras miserias, y también, dirigirnos sin un abogado defensor: tenemos sólo uno, que ha dado la vida por nuestros pecados. Es Él que, con el Padre, nos defiende siempre. Al salir del confesionario, sentiremos su fuerza que restaura la vida y devuelve el entusiasmo de la Fe. Después de la Confesión, seremos renacidos”.

Luego, invitó a confiar en la Misericordia Divina: “Ninguno puede ser excluido de la Misericordia de Dios. Todos conocen el camino para acceder, y la Iglesia es la Casa que recibe a todos y a ninguno rechaza. Sus puertas permanecen abiertas, para que quienes son tocados por la Gracia, puedan encontrar la certeza de su perdón. Más grande es el pecado, más grande debe ser el amor que la Iglesia expresa hacia aquellos que se convierten. ¡Con cuánto Amor nos mira Jesús! ¡Con cuánto Amor cura nuestro corazón pecador! ¡Nunca se asusta de nuestros pecados!”

Durante su Pontificado, Benedicto XVI encontró variadas ocasiones para convocar a un Año Santo, concediendo el don de la Indulgencia Plenaria; ahora lo hace el Papa Francisco, en una renovada oportunidad para alcanzar la purificación en nuestro mundo, como un borrón y cuenta nueva. Será un momento digno de aprovechar.


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