La Constitución, averiada por la corrupción
Celebrar con pompa, discursos y rituales laicos a la Carta Magna, resulta casi obsceno, porque en los hechos se la trata como la “loca de la casa”. Por supuesto, los ciudadanos necesitamos de la vigencia de ese órgano rector de la vida nacional; pero el ver la forma como se le modifica, enmienda, suprime y maltrata como a una señora sin personalidad, que sólo se le permite realizar lo que al patrón -entiéndase gobernante en turno- se le antoje, es verdaderamente doloroso e indignante. Y, lo que es peor, según afirman algunos de los mejores constitucionalistas, que las innumerables reformas consignadas que ésta ha sufrido, desde su fundación hasta el presente, hayan ido siempre con dedicatoria personal para facilitar a alguien o a ciertos grupos en el Poder, cometer toda clase de fechorías, sin tener que rendir cuentas por ello, gozando de impunidad.
Ejemplos antiguos y actuales sobran, y la capacidad de interpretación no tiene fronteras. ¿Será que no se han evidenciado aún los entresijos de la corrupción? ¿Serán tan maquiavélicos los laberintos palaciegos e imposibles de descifrar?
En realidad, no es creíble que la clase gobernante, desde la más alta Magistratura hasta el Personal de Intendencia de las Oficinas Públicas, no entienda aún la verdadera naturaleza de la corrupción e impunidad en México, cuando ya hay una constante vertiente de la Prensa nacional e incluso internacional que lo denuncia a diario. La verdad cruda es que no ha querido entenderse la velocidad y la gravedad con que este cáncer se reproduce en todo el sistema gubernamental.
Asunto más reciente y relevante: el de aquella noche-madrugada del 26 de septiembre del año pasado, cuando se rompió la paz de una manera absurda por el caso Ayotzinapa, y se empezaron a atar -según analistas- los hilos sueltos de crímenes y contubernios de los hombres y mujeres de la política (que habían jurado cumplir y hacer cumplir la Constitución), con el crimen organizado. Pero, sobre todo, el dolor que se ha añadido al paso de los días, de los meses, con la crueldad, la mentira, y la poco clara rendición de cuentas de las Autoridades.
Hoy, a esta conclusión autoritaria, versión del “parto de los montes”, se le quiere llamar “verdad histórica” y ratificarla como un caso cerrado; aunque los ofendidos continúan convencidos de no claudicar. Lo único evidente del caso es que la vida pública del país, aunque regida por la Máxima Ley, sigue carcomida por la corrupción, el despilfarro y la impunidad con que no pocas Autoridades se despachan con la cuchara grande.
Nuestra Constitución contiene abundantes Artículos que hablan de los derechos y de la justicia para los mexicanos; lo terrible es el manoseo de la misma, y la cooptación de algunos Medios para consecuentar y salir al paso.
La variada baraja de los Medios de Comunicación ha intentado poner en la palestra imágenes desconcertantes: por una parte, con la Constitución en la mano, se ponen de relieve posiciones y modos de pensar muy loables y de verdadero humanismo; pero, al mismo tiempo, se exhibe la manipulación de la pobreza como táctica de sometimiento, mientras que se ventilan cotidianamente casos de corrupción que retratan a un aparato legal viciado que trabaja sólo a favor de los poderosos. Como se diría caseramente: “Si vieran el México de hoy, los Constituyentes se revolcarían en su tumba”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario