La voz de los malos es el silencio de los buenos
Adriana Ruvalcaba Mejía
¿Qué es eso de ser luciérnaga, Adriana? me preguntan algunos al ver en las Redes Sociales que día a día las personas suben sus fotos con el letrero: “Yo y mis amigas, somos luciérnagas”, “Somos la familia Sánchez y somos luciérnagas”. Ser luciérnaga significa brillar en medio del dolor y la enfermedad; es ser una luz de esperanza aun en la desesperanza; es ser capaz de ver el dolor ajeno; es ser una alma que sabe donarse…
Ideas de cambio
Vivimos actualmente una tremenda realidad, pues la gente difícilmente deja de mirarse para mirar al otro. Cuando palpé el dolor de la gente en carne propia, algo sucedió en mi alma, ya dolorida por el sufrimiento del prójimo, y quise entregarme. Mis ojos habían despertado, y curiosamente, era grandioso sentir que debía y podía hacer más.
En una ocasión, estando a solas, vinieron a mí todas esas imágenes donde la oscuridad parecía no tener fin: la enfermedad, el aborto, el odio, la guerra, tantos acontecimientos horribles que vivimos a diario. Y entonces recordé cuando de niña, en Yahualica, salía feliz por las noches a ver las luciérnagas. ¡Qué maravillosas criaturas! Y que a pesar de no ser tan bonitas por fuera, eran capaces de emitir un bello resplandor. Una de esas noches, jugando con mis primos, capturamos muchas de ellas y las metimos en un envase de refresco. Las luciérnagas se unificaron, y todas prendían y apagaban al mismo tiempo; era una luz tan hermosa, que brillaba en toda la recámara.
¡Eso quiero yo! Ser una luciérnaga que alumbre en medio del dolor y la penumbra; ir por el mundo encendiendo corazones, y decirles que la voz de los malos es el silencio de los buenos.
¡Quiero hacer un llamado!
Deseo convocar a cuantas personas se dejen tocar, y juntas, emerger de una Sociedad que se encuentra enferma, agonizante, y que no debemos ignorar. Tristemente, somos parte de esa enfermedad cuando volvemos nuestros ojos hacia otra parte o miramos con indiferencia lo que sucede a nuestro alrededor, creyendo inocentemente que no nos afecta. Nada más falso, porque todos estamos incluidos, formamos parte de esta Sociedad, y si ella cae, caeremos todos. Con esta convicción, que más allá de ser un pensamiento se volvió mi motor, nació en mi corazón: La Noche de las Luciérnagas.
Convencida de que una sola luciérnaga, por más que brille no puede iluminar ningún camino, me di cuenta de que necesitamos más luciérnagas, para que todas juntas seamos esa lámpara que alumbre en medio de la oscuridad, ¿Cómo hacerlo? Convocando corazones.
La Noche de las Luciérnagas
Primeramente, celebramos un evento llamado “La Noche de las Luciérnagas”, el cual consistió en una Cena-Oración, dentro de cuyo programa estuvo contemplada una reflexión, y durante la cena hubo música en vivo para alegrar los corazones. El menú consistió en frijoles fritos, tortillas, café de olla y pan dulce. Fue requisito que los asistentes acudiesen vestidos de blanco para que todos resplandecieran en la oscuridad.
En el desarrollo de la reunión, jóvenes voluntarios sirvieron los alimentos y organizaron rifas de objetos donados. Lo recaudado se destinó a apoyar a dos Fundaciones de atención a personas vulnerables. El sentido de la noche fue: vivir el amor, la caridad, la solidaridad, la entrega, la amistad, el acompañamiento; pero, sobre todo, hacer un compromiso de vida para que los ojos se mantengan sin vendas y buscar la forma de transformar la realidad del prójimo.
Hoy pretendemos llevar la Cena-Oración “La Noche de las Luciérnagas” a todos los lugares posibles. Esto que se anidó en nuestro corazón durante años, queremos que ahora se anide en el corazón de miles de personas. Cuando la luz sea tan grande y el resplandor ilumine nuestro rostro, sabremos que la obra está hecha.
Se requiere compromiso para que la entrega al prójimo sea algo emocionante. Seguramente habrá días de decepción, pero siempre hará la Esperanza que el alma permanezca intacta y no tenga miedo; que Dios va por delante tocando corazones; que Él sabrá utilizar nuestra boca y nuestras manos. ¿Cuántas vidas lograremos cambiar? No lo sé, pero sí sé que la vida de todas las personas que decidan sumarse, ¡cambiará!
¡Vamos a donarnos! ¡Vale la pena dejar el alma por el prójimo!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario