jueves, 26 de febrero de 2015

EDITORIAL

Seminario de Guadalajara, bendecido por siglos


En todas las circunstancias de la vida, en las familias, en los pueblos, hay hombres y mujeres para… Unos, que tienen un perfil y los arrestos necesarios para salir adelante en sus cometidos; algunos, que surgen en la Historia desde distintas procedencias sociales y culturales y que las circunstancias de la vida los van fraguando en sus capacidades de entrega y de servicio; y finalmente otros, que en su sencillez y penurias muy humanas, sienten que han recibido el Don, así con mayúscula, para un estilo de vida diferente.

La Arquidiócesis de Guadalajara, todos los días del año tiene conciencia de la importancia de la Institución del Seminario, en donde se fraguan con disciplina, estudio y espiritualidad, un estilo de ser y de vivir para el servicio sacerdotal. Y una vez al año quiere compartir esta conciencia con todos los habitantes del Occidente del país, católicos o no, en la organización del “Día del Seminario”. Las vocaciones son un don de Dios, pero hay que promoverlas con dedicación, constancia e inteligencia para adaptarlas a las circunstancias del mundo presente, que tiene posibilidades sorprendentes y retos enormes.

Nuestro Seminario ha tenido una Historia de Gloria y de Cruz; hubo años felices, llenos de vocaciones y de hombres destacados en las Ciencias, las Letras, la Música, la Oratoria, el liderazgo y promoción social; pero la más bella corona que ostenta ha sido la del sufrimiento. Días hubo en continuo trajinar de una residencia a otra porque sus recintos eran solicitados por ciertos políticos en turno para otras actividades. También hubo épocas de andar a salto de mata por insidias y persecuciones. No obstante, el sello indiscutible de su grandeza han sido los 15 Mártires, hoy Santos de la Iglesia Universal, ex-alumnos de esta Casa de Formación, nombrada como el <<Corazón de la Diócesis>>.

Y aquí, aunque el número de aspirantes al sacerdocio es bueno (y admirable según muchos), no alcanza a ser suficiente para satisfacer las crecientes necesidades. Hace medio siglo, por ejemplo, la ciudad alcanzaba su primer millón de habitantes. Al presente, El Instituto Nacional de Estadística y Geografía indica que, de acuerdo al Censo de Población y Vivienda 2010, la Zona Metropolitana de Guadalajara tenía cuatro y medio millones de pobladores, números redondos, y se estima que en el presente año, 2015, la cifra ascenderá a casi cinco millones. Esto significa que cada Sacerdote tendría qué atender un promedio de 4,000 personas. En la Diócesis vecina de San Juan de los Lagos, cada Sacerdote atiende a alrededor de 2,000 personas. En estas necesidades y proyecciones de crecimiento poblacional, aunado a las calamidades del postmodernismo y sincretismo de creencias, se finca el reto de la Pastoral Vocacional: formar nuevos candidatos para el sacerdocio.

El Seminario tiene tareas muy señaladas: hacer promoción vocacional con creatividad e imaginación en las situaciones de nuestras familias. Las distancias entre el reclutamiento y la Pastoral Vocacional son enormes. El primero muestra la perspectiva del mejoramiento económico, tener un estatus social y un futuro de solvencia en muchos sentidos. La Pastoral Vocacional, en cambio, surge de la conciencia bíblica de los primeros invitados a colaborar con Jesús, quien “llamó a los que Él quiso”, de todas partes y para todas partes del pentagrama social.

Si para la Sociedad en general representa un timbre de orgullo esta Institución tres veces centenaria, para la Iglesia, y para los católicos en concreto, el Día del Seminario es una ocasión de agradecerle a Dios su tutela, de pedirle más y santas vocaciones, y de contribuir con nuestra ayuda a su sostenimiento y progreso.


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