5ª Línea del Plan Diocesano
Pbro. Federico Vaca Silva
Vicaría de Pastoral
El Papa Francisco invita a toda la Iglesia a “salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la Luz del Evangelio” (EG 20). Es el nuevo concepto y actitud que ha introducido el Santo Padre: la necesidad de “salir” en busca de la oveja perdida, siendo solidarios con los pobres, los marginados, los excluidos que son tratados como “desecho” en nuestra Sociedad de consumo.
Numerosas alusiones
«En la Palabra de Dios aparece permanentemente este dinamismo de salida que Dios quiere provocar en los creyentes. Abraham aceptó el llamado a salir hacia una tierra nueva (Gn 12,1-3). Moisés escuchó el llamado de Dios: “Ve, Yo te envío” (Ex 3,10), e hizo salir al pueblo hacia la tierra de la promesa (Ex 3,17). A Jeremías le dijo: “Adonde quiera que Yo te envíe, irás” (Jr 1,7)». La Evangelización obedece al Mandato misionero de Cristo: “Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado” (Mt 28,19-20). Estos textos del Papa Francisco nos iluminan sobre la Quinta Línea de Acción de nuestro Proceso Pastoral Diocesano. (Cfr. EG 19-20).
Un ejemplo aleccionador
Oportuna es la Parábola del Buen Samaritano (Lc 10,29-37). Es necesario hacernos solidarios con nuestros hermanos más necesitados, lo oprimidos, los excluidos, los que aparentemente en nuestra Sociedad “no tienen rostro”. Llama la atención que el hombre herido es un judío, y después de que un Sacerdote y un Levita pasan de largo, va por aquel camino un samaritano. Y entre los judíos y los samaritanos no había buena relación; todo lo contrario. No obstante, el samaritano se detiene, pese a los conflictos que había entre ambos pueblos.
Resulta interesante analizar los verbos de acción que nos muestran las actitudes del Buen Samaritano para con su prójimo, solidario en su dolor, mismas que debemos asumir ante nuestro semejante.
Al verle tuvo compasión: corazón compasivo que sabe expresarse a través de un Amor eficaz. La compasión es una de las características de Dios, y la explica la actitud que Jesús adopta ante los pobres y pecadores. Esta misericordia debe pasar por encima de cualquier otra consideración en la vida concreta de los discípulos de Jesús. En este gesto del samaritano, la Iglesia de todos los tiempos reconoce un aspecto fundamental de su Misión: levantar a todos los hombres y mujeres caídos, de todos los tiempos.
Se acercó: es una nueva actitud. No basta con tener compasión; es importante que nos acerquemos al hermano más necesitado, al que no conoce a Dios o que parece que lo ha dejado. La vida cristiana no se realiza al margen o dando la espalda al hermano sufriente, sino acercándose, crucificándose con él en el dolor, siendo su amigo, a fin de hacerlo partícipe de las riquezas de la Salvación, tanto en lo material como en lo espiritual.
Vendó sus heridas, echando en ellas aceite: no basta con acercarse al hermano herido o necesitado; el cristiano debe tener la capacidad de curar las heridas humanas, espirituales y morales que tantos hombres y mujeres, que tal vez están a nuestro lado, padecen. No tengamos miedo de ensuciarnos las manos al atender a nuestros hermanos marginados. Cristo mismo, cuando curó a los leprosos, no temió tocarlos y quedar impuro o contagiarse de su enfermedad.
Le montó sobre su propia cabalgadura: el Buen Samaritano cargó a aquel herido sobre su cabalgadura. ¡Cuántos hermanos hay que están heridos, tirados, pisoteados y denigrados en su dignidad! A todos ellos hay que levantarlos y cargarlos sobre nuestros hombros, como a la oveja perdida, y llevarlos al encuentro del Señor Resucitado. Como los amigos que cargan al paralítico y lo llevan a Jesús para que lo sane, de la misma manera debemos cargar a todos aquellos hombres y mujeres y acercarlos a Jesús para que los sane y los purifique de sus males.
Le llevó a una posada: el Samaritano se preocupó de que aquel prójimo herido tuviera un seguimiento en su recuperación. De igual manera, debemos preocuparnos por crear y fortalecer espacios y medios para la caridad y crecimiento de aquellos que viven en las periferias existenciales, sumergidos en vicios y adicciones de cualquier tipo. Debemos ser creativos en la acción de caridad y misericordia.
Cuidó de él: Cada uno debemos ser responsables de nuestro prójimo herido: los pobres, enfermos, adictos, quienes han padecido alguna violación a sus derechos o alguna forma de violencia; hay que hacernos solidarios con ellos y salir por ellos. No basta con orar por ellos; es importante hacer que el Evangelio de la Caridad tenga repercusión en nuestra Sociedad; que sea como fermento en la masa y le dé sabor a la Sociedad. ¡No es posible que tengamos vecinos que mueran de hambre y nosotros ni nos demos cuenta o nos quedemos de brazos cruzados!
Sacó dos denarios y se los dio al posadero: la solidaridad con el prójimo necesitado es auténtica cuando somos capaces de desprendernos de nosotros mismos, de nuestros bienes, por amor a Cristo, vivo en ellos, en los más pobres y menos apreciados por el mundo. Salgamos por ellos para acercarlos a Cristo, el Bien y la Verdad, que le da sentido a nuestras vidas.
Esta Parábola, además de darnos una lección de misericordia hacia los más necesitados, nos invita a salir a hacer la caridad a todos y hacernos solidarios con los más débiles. Que esta actitud la vivamos siempre con alegría y con el entusiasmo del discípulo misionero de Cristo, que nunca llega al hermano con las manos vacías, sino con el Tesoro más grande y valioso en las manos: la Alegría del Evangelio.
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