jueves, 5 de febrero de 2015

El lenguaje caduco de la Autoridad

Cardenal José Francisco Robles Ortega,

Arzobispo de Guadalajara


Hermanas, hermanos:


Jesús vino para enseñarnos la Palabra de Vida y de Salvación. Su Palabra es nueva, pronunciada con autoridad. Quien lo escucha, descubre una novedad y una autoridad que cambia y que transforma.

El problema es que muchos no quieren escuchar esta Palabra, y los que la escuchamos, muchas veces la escuchamos sin atención, sin convicción y sin interés, y por eso no experimentamos en nuestra vida su novedad y su poder salvador. Si lo hiciéramos, el Señor transformaría nuestros pensamientos y nuestra manera de vivir, porque es la Palabra poderosa de Dios.

Hoy estamos sumergidos en una crisis de incredulidad hacia los demás ¡Cómo necesitamos en nuestros tiempo escuchar una palabra que tenga autoridad y poder sobre nuestra vida!

Nuestras Autoridades constituidas, sean civiles, incluso familiares, no son reconocidas porque en muchas de las ocasiones sus palabras van envueltas con la sospecha, con la duda y con la experiencia de la corrupción. Por eso quedan sin efecto y no son transformadoras; más bien, son sujetas a juicios y descalificaciones.

Respecto a este tema, vivimos un momento muy serio en nuestra democracia. Cuántas voces se alzan desde los Partidos políticos, desde aquellos que están al frente de un puesto público o los que quieren ganar las próximas Elecciones. Escuchamos esas palabras que se nos antojan huecas, vacías, desinteresadas de servir a nuestra transformación; pero, sobre todo, lejanas de lo que verdaderamente necesita nuestra Sociedad.

Tristemente, ese descrédito que tiene la palabra de nuestras autoridades terrenales, en muchas ocasiones lo hemos dirigido hacia la Palabra de Dios, que es Jesucristo. Ya no creemos en Él ni en que su Palabra pueda transformar nuestra vida ni la de nuestra Sociedad. Al contrario, la relegamos, la despreciamos, y por eso vamos caminando, con frecuencia, sin claridad y sin rumbo.

Reflexionemos y comprometámonos a que la Luz de este Mensaje haga acción de transformación en nuestra vida, en nuestra familia y en nuestro trabajo. Si nosotros sólo acogemos la Palabra de Dios con nuestros oídos pero no la ponemos en práctica, no tendrá autoridad como la tiene la de Jesús. Para que así sea, debemos escucharla, guardarla en nuestro corazón y convertirla en acciones que nos lleven a mejorar nuestra vida y la de los demás.

Sigamos, hermanos y hermanas, escuchando la palabra de Dios hecha carne. Jesucristo Nuestro Señor nos habla como quien tiene Poder y Autoridad para salvarnos.


Yo les bendigo en el nombre del Padre,

y del Hijo y del Espíritu Santo.


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