jueves, 5 de febrero de 2015

El apostolado de las mujeres del Opus Dei

85º Aniversario


El 14 de febrero de 1930, el Padre Josemaría Escrivá de Balaguer, hoy Santo, entendió, mientras celebraba la Misa, que en el Opus Dei debían tener también cabida las mujeres.


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Marcela Navarro Hernández


Cuando el 2 de octubre de 1928 el Padre Josemaría recibió de Dios una “idea clara general” de su misión, en ningún momento pensó en buscar mujeres. De hecho, entre las Instituciones sobre las que indagó, por si encontraba algo parecido a lo que Dios le pedía, estaba la Compañía de San Pablo, del Cardenal Ferrari, pero descartó la idea porque, entre otras diferencias, admitían mujeres,

Hace 85 años, el Fundador de la Obra celebraba la Eucaristía en Alcalá Galiano 1 -donde se encontraba la capilla de la Marquesa de Onteiro-, cuando Dios intervino en su alma. “Dentro de la Misa, inmediatamente después de la Comunión, ¡toda la Obra Femenina! No puedo decir que vi, pero sí que intelectualmente, con detalle, cogí lo que había de ser la Sección femenina” (Catequesis en América, II, 1974, Pág. 343).


El valor de la inclusión
Es una misma llamada la que reciben mujeres y hombres para santificarse según el mismo espíritu; tienen idéntica Misión; cuentan con los mismos medios ascéticos y modos apostólicos; forman una misma familia, unidos en la cabeza -a San Josemaría y sus sucesores-; hay una separación de apostolados, motivo que explica que las mujeres constituyan una nueva rama de un único Opus Dei.

A partir de 1930, el Fundador vio siempre la presencia de las mujeres en la Obra como un factor necesario para la integridad del Opus Dei. La existencia de mujeres es pieza fundamental para que la Obra se desarrolle en toda su plenitud y riqueza de matices.

La primera mujer que pidió ser admitida en el Opus Dei fue una profesionista, que lo hizo precisamente un día 14 de febrero, en 1932, dos años después de que el Señor había inspirado la obra de mujeres.

No habían pasado dos meses de ese acontecimiento, cuando María Ignacia García Escobar -una enferma de tuberculosis-, que había conocido el Opus Dei a través del Sacerdote José María Somoano, pedía también la admisión. Era el 9 de abril de 1932. Tres días después, se incorporaba otra enferma, conocida de María Ignacia.

El 7 de julio de 1937 solicitó formar parte del Opus Dei otra mujer: Dolores Fisac. Era hermana de un joven que participaba en los medios de formación desde hacía años. Continuó hasta el final de su vida contribuyendo con su fidelidad a la expansión apostólica de la Obra.

A la muerte del Fundador, en 1975, el Opus Dei trabajaba establemente en 32 países de los cinco Continentes y contaba con mujeres de 80 nacionalidades.


La nueva realidad

Quiero expresar mi profunda gratitud a San Josemaría Escrivá por su fidelísimo cumplimiento de la Voluntad de Dios, a pesar de que, en un principio, no estaba de acuerdo con su querer, pues él había afirmado en varias ocasiones que no habría mujeres en la Obra.

En este contexto, da especial alegría escuchar las palabras del Papa Francisco sobre el papel de la mujer, afirmando que, sobre todo, son ellas las que transmiten la Fe. Así lo subrayó en su homilía de la Misa matutina en la Capilla de la Casa de Santa Marta el 26 de enero reciente, al comentar la Segunda Carta de San Pablo a Timoteo: “Son las mamás, las abuelas, quienes transmiten la Fe (…) La Fe es un don del Espíritu Santo, es un regalo (…) Y es un regalo que pasa a través del hermoso trabajo de aquellas mujeres en una familia, que pueden ser también una empleada doméstica o una tía (…) ¿Pero por qué son principalmente las mujeres las que transmiten la Fe? Sencillamente porque, Aquélla que nos ha dado a Jesús, es una mujer. Es el camino elegido por Jesús. Él ha querido tener una Madre. El don de la Fe pasa por las mujeres, como Jesús por María”.


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