Sin consciencia de la Alianza…
La Cuaresma: como siempre, lo de siempre
Pbro. Carlos Javier Díaz Vega
Roma, Italia
El Santo Padre, de nuevo, invitó a los creyentes a leer cotidianamente la Palabra de Dios: “Todos los días leer el Evangelio, meditarlo un poco, diez minutos; además, llevarlo siempre con nosotros, en la bolsa, tenerlo siempre a la mano” (Domingo 22 febrero de 2105). Los mensajes y los gestos del Papa Francisco sobre el tema han sido importantes: ha regalado tanto los Evangelios como la Santa Biblia en sendas ocasiones a los peregrinos presentes en la Plaza de San Pedro durante el rezo del Ángelus. La “provocación” que viene del Vicario de Cristo es un desafío.
Cuestionamientos a nuestra inconsistencia
Al parecer, nosotros, fieles cristianos del Siglo XXI, no nos caracterizamos por la falta de Fe o la poca Fe, sino, sobre todo, por debilidad en la Fe; tenemos una Fe enclenque. Creemos, pero sin fuerza.
Cuando leemos un pasaje bíblico, surge siempre una pregunta: ¿Cómo hacer mía esta experiencia de Dios tan sugestiva? ¿Cómo hacerla un fermento que transforme mi vida, mi familia, mi comunidad? La Palabra de Dios es una semilla que nos deja la tarea de tomar las determinaciones concretas, graduales y adaptadas a las situaciones específicas en las que nos encontramos.
El Evangelio no tiene prisas, la reflexión no es apresurada, no es una receta mágica, pues es Palabra que debe germinar. Y, aunque a veces nos ilusionamos con soluciones y/o proyectos apresurados, que creemos son nuevos, en realidad son arcaicos, sin futuro cierto, como todo lo que se hace aprisa. Caso contrario, penosamente, cuando aun después de tantos años, es nuestra desidia la que no permite a la Palabra de Dios dar frutos.
Ayudará mucho considerar que el cristiano ante la Palabra de Dios debe “descentralizarse”. Cada creyente, poniéndose en un ambiente de escucha de la Palabra, se descentraliza de sí; es decir, de su interpretación, de su visión de la Historia, de su juicio, y no pone al centro la suya, sino “otra” Palabra. Es entonces cuando la Palabra de Dios se introduce en la mente y el corazón del creyente, se comienza a entender el proyecto de Dios y se puede focalizar la transformación personal.
Tiempo de unión
Durante la Cuaresma, uno de los vocablos claves en la Liturgia de la Palabra de los domingos es Alianza, esa Alianza que Dios hace con los hombres: 1er. Domingo, Alianza con Noé; 2do. Domingo, Alianza con Abraham; 3er. Domingo, Alianza con Moisés y el Pueblo (Decálogo); 4to. Domingo, Alianza con Ciro, Rey de Persia (para reconstruir el Templo); 5to. Domingo, nueva Alianza con el Pueblo (inscrita en el corazón). Y si hubiera más domingos de Cuaresma, la Liturgia nos presentaría más ejemplos…
A la luz de la Palabra de Dios y a lo largo de la Cuaresma podemos repasar las Alianzas que Dios ha realizado, ya sea con la Humanidad entera o con personas concretas. Dios, sin duda, sigue realizando Alianzas con sus hijos. Cada Sacramento que hemos recibido es una Palabra de Salvación que Dios pronuncia desde la Eternidad y que obra una Alianza; pero, ¿qué tan conscientes somos de eso?
Por lo mismo, la recomendación especial en la Cuaresma es acrecentar la lectura de la Sagrada Escritura, hacer más oración, ser más conscientes de nuestras alianzas con Dios y, así, sostener un comportamiento más fiel al Pacto de Salvación; esto es, lograr ser más fieles a nuestra vida sacramental.
Sin hacer esto, la mayoría correríamos el grave riesgo de vivir en esta Cuaresma -muy lamentablemente – lo de siempre y como siempre…
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