jueves, 12 de febrero de 2015

Jesús da la fuerza para servir al enfermo

Cardenal José Francisco Robles Ortega,

Arzobispo de Guadalajara


Estimados todos en el Señor:


Jesucristo tiene el Poder de sanar nuestra pobre humanidad y nos libera de las enfermedades que nos impiden ponernos al servicio de los demás.

La enfermedad nos priva de la capacidad de servir. Sobre todo, priva a aquellas personas que, teniendo todavía capacidades de servir, por el hecho de sufrir una enfermedad, sienten que ya no tienen posibilidades ni la obligación de servir, sino sólo de ser servidas. Cristo nos libera para el servicio, para ponernos a disponibilidad de los demás.

San Juan Pablo II, después de que tuvo aquel atentado gravísimo en la Plaza de San Pedro y estuvo encamado, una vez que salió del hospital, escribió un documento, hablando precisamente del dolor humano y del sufrimiento, y él, ahí, reflejaba su experiencia. Decía: “Cuando se está enfermo, se está en total dependencia de Dios”.

El paciente se pone en absoluta dependencia de su Amor, de su Poder, de la Salud que le ofrece en Jesucristo Nuestro Señor. Cuando no estamos enfermos, nos confiamos a nuestras fuerzas. Decimos que podemos hacer todo sin necesitar de los demás; pero basta que nos enfermemos, y esa convicción nos abre a supeditarnos al Poder, a la Gracia salvadora de Dios, y una vez que recuperamos la salud, nos habilita para servir, para poner toda nuestra existencia en el trabajo, para el bien de la familia, el bien de la Sociedad. Nos habilita, pues, para que pongamos nuestra vida al servicio de los demás.

Cristo tiene el Poder. No sólo la autoridad de enseñarnos, sino también el Poder de sanarnos. Al contemplar así a Jesús, con esta actitud, en estos días, los que pertenecemos a la Iglesia Católica nos hemos preparado para la celebración de la Jornada Mundial del Enfermo, que es el Día de Nuestra Señora de Lourdes (11 de febrero). Ese día reflexionamos, y todos los días debemos reflexionar, en torno a cuánta necesidad tienen los enfermos del cuidado, de la atención, del servicio de los que están sanos.

Debemos tomar conciencia de que al enfermo no podemos abandonarlo ni dejarlo solo. El máximo bien que podemos hacerle, aun cuando no podamos cuidarlo, es darle Esperanza. Cuando el enfermo pierde la Esperanza, se agrava su debilidad y su padecimiento. Basta que le brindemos atención, cuidado, una buena palabra, un gesto de interés por él.

La Jornada Mundial en favor del Enfermo nos ayuda conscientizarnos y también a pensar en todas aquellas personas que se dedican, por profesión, a servir a los enfermos, y recordar a aquellos que, sin ser profesionistas, cuidan de los enfermos en el seno de la familia. Hay que pensar en quienes, por vocación o por otras circunstancias, han de servir a los postrados, y hay que fortalecer a esas personas. Conviene animarlas, ayudarlas a que presten de la mejor manera este servicio de cuidado delicado y especial en favor de los que sufren por enfermedad.

Hagamos oración por los que carecen de salud física y mental, por los que conocemos y los que no conocemos, por los que están en los hospitales, los que están postrados y que requieren el auxilio de Jesús, que necesitan de la Fuerza y de la Gracia, del Poder Salvador del Señor Jesús. Pidamos también por quienes cuidan de los enfermos, para que el Señor los fortalezca, y sigan sirviendo a la Humanidad enferma y doliente.


Yo les bendigo en el nombre del Padre,

y del Hijo y del Espíritu Santo.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario