«Vivimos para el Señor»
Pbro. Adrián Ramos Ruelas
Roma, Italia
“El Cardenalato, ciertamente, es una dignidad, pero no una distinción honorífica. Ya el mismo nombre de «Cardenal», que remite a la palabra latina «cardo-quicio», nos lleva a pensar no en algo accesorio o decorativo, como una condecoración, sino en un perno, un punto de apoyo y un eje esencial para la vida de la comunidad”.
(Palabras introductorias de la Alocución del Papa Francisco en el Consistorio del sábado 14 de febrero de 2015).
Desde la Ciudad de Roma, el corazón del Cristianismo, más de un centenar de Sacerdotes del Pontificio Colegio Mexicano pudimos ser testigos de un Consistorio o Consejo que celebra el Santo Padre con los Cardenales; acontecimiento de Iglesia que se vivió con suma alegría y esperanza para nuestro México, pues no siempre ni “a cada rato” Su Santidad designa un Cardenal de entre nuestros Obispos para ser parte de sus más cercanos colaboradores. De hecho, hasta éste más reciente, el último nombrado con tal título era el ahora Arzobispo de Guadalajara, José Francisco Robles Ortega, entonces Pastor de la Arquidiócesis de Monterrey, en 2007.
El Papa Francisco, al dirigirse a los 20 nuevos Príncipes de la Iglesia, entre los cuales uno mexicano, el Arzobispo de Morelia, Alberto Suárez Inda, confirmó lo siguiente: “En la Iglesia, toda presidencia proviene de la caridad, se desarrolla en la caridad y tiene como fin la caridad. La Iglesia que está en Roma tiene también en esto un papel ejemplar, y al igual que ella preside en la caridad, toda Iglesia particular, en su ámbito, está llamada a presidir en la caridad”.
LA CARIDAD, POR DELANTE
La Alocución del Vicario de Cristo, reflexión que fue dirigida al pueblo católico, y de manera especial a los nuevos miembros del Sacro Colegio Cardenalicio como parte del rito del Consistorio, estuvo bellamente centrada en la “caridad pastoral”. Tomando como punto de partida el texto de San Pablo a los Corintios, Capítulo 13, el llamado “Himno a la caridad”, hizo una interesante glosa o explicación, que aplicó a los nuevos purpurados, sobre todo instándoles a vivir en clave de caridad este nuevo y desafiante encargo: “El amor de Cristo, derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, nos permite ser personas capaces de perdonar siempre; de dar siempre confianza, porque estamos llenos de Fe en Dios; capaces de infundir siempre Esperanza, porque estamos llenos de Esperanza en Dios; personas que saben soportar con paciencia toda situación y a todo hermano y hermana, en unión con Jesús, que llevó con Amor el peso de todos nuestros pecados”.
UNA CASA “ENTRAÑABLE”
Y en lo que respecta a la bienvenida y al festejo que por este jubiloso acontecimiento organizó con esmero el Personal del Colegio Mexicano en Roma, el nuevo purpurado moreliano se dirigió a esta “entrañable” Casa, que deja ver la presencia de México en la Cuna del Catolicismo y que ha visto desfilar cerca de 1,800 Sacerdotes por sus rincones, por motivo de Estudios Superiores, Licenciaturas y Doctorados que cursan en diversas Universidades de Roma; Institución sabiamente pensada y diligentemente construida en tiempos, precisamente, del primer Cardenal mexicano, José Garibi Rivera, sexto Arzobispo de Guadalajara.
Y ya aquí instalado, señaló emocionado el Arzobispo de Morelia, que el Colegio de México da la oportunidad a los Sacerdotes estudiantes de profundizar en la Cultura y en la Ciencia, enriqueciendo su formación con el añadido de la universalidad, al tiempo que les ofrece la ocasión de abrirse al mundo. México tiene una vocación con respecto al mundo, afirmó.
“VIVIMOS PARA EL SEÑOR”
Finalmente, nuestro neo Cardenal explicó que su Lema episcopal: “Vivimos para el Señor”, es una expresión bíblica paulina, adoptada también para su Escudo cardenalicio, pues nos da la idea de servir enteramente al Señor, de vivir y morir para Él, de dejar toda forma de auto-referencialidad para volcarse al Señor y darse por Él y por su Iglesia, en total libertad y en espíritu de gozo.
Una feliz coincidencia fue que Don Alberto Suárez Inda recibiese el Cardenalato precisamente en el aniversario de su Bautismo. Por eso, injertado en Cristo, se ha comprometido a dar, si es preciso también, hasta su propia sangre como testigo suyo y en defensa de la Santa Iglesia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario