jueves, 19 de febrero de 2015

El desierto: un camino difícil, pero necesario (Marcos 1, 12-15)

Primer Domingo de Cuaresma. Nuestra vida cristiana tiene que pasar por el desierto, por el silencio, el desprendimiento, el sacrificio y la oración.


Pbro. Sergio A. Córdova

Fuente: Catholic.net


jesus en el desiertoCruzado el umbral del Miércoles de Ceniza, nos encontramos ya en pleno período cuaresmal. El Evangelio de hoy es muy cortito, pero muy rico de significado. Vale la pena detenernos un momento en la primera frase: “El Espíritu empujó a Jesús al desierto, y se quedó en el desierto cuarenta días”. ¡Esto es la Cuaresma: 40 días de desierto!

Se trata de un lugar árido e inhóspito. No hay nada, ni lo más elemental. Allí se sufre todo tipo de incomodidades: la sed y el calor, las inclemencias del tiempo, los cambios bruscos de temperatura, las molestias de la arena, las privaciones y carencias materiales, no ya de las cosas fútiles, sino incluso de las más necesarias. El desierto es un paraje solitario y silencioso. Es lo opuesto al ruido y a la algarabía, al consumismo, a la molicie, a la vida fácil y placentera de nuestras ciudades modernas. Es para gente austera y templada.

Por eso, la realidad física del desierto puede ser como un símbolo de la vida espiritual: es el lugar del desprendimiento de todo lo superfluo; una invitación a la austeridad y al retorno a lo esencial. Es allí donde el hombre experimenta su fragilidad y sus propias limitaciones; el lugar de la prueba y de la purificación; pero también el escenario más apropiado para la búsqueda y el encuentro personal con Dios en la oración, en el silencio del alma y en la soledad de las creaturas.

Y nuestra vida cristiana tiene que pasar necesariamente por el desierto; es decir, por la experiencia del silencio y de la soledad, del desprendimiento de las cosas materiales, del sacrificio y, sobre todo, de la oración y del encuentro íntimo con Dios. Más aún, todo lo anterior es sólo como una preparación para que el alma se encuentre a sus anchas con su Creador. A muchos hombres y mujeres del Siglo XXI estas palabras podrían, tal vez, resultar incómodas y hasta incomprensibles. Y no es de extrañar. Pero es un camino por el que tenemos que entrar, si queremos llegar a la Vida Eterna.


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