jueves, 26 de febrero de 2015

Ayuna… ¡y llénate!

Querida Lupita:


No sé cómo explicarle a mi hija, de 14 años, lo que es el Ayuno, especialmente el que se nos pide vivir durante la Cuaresma. Ella empieza con dudas, y me dice que eso es como ser masoquistas, buscar el dolor en lugar de tratar de ser felices. Se siente decepcionada de la Fe Católica porque encuentra muchas incongruencias. Tengo temor de que se aleje de Dios, y necesito orientaciones muy prácticas, por favor.


Verónica.



Hermana Vero:
Ayuno2Es un don inestimable el que nuestros hijos nos tengan la suficiente confianza para hablar con nosotros de sus dudas. Como padres, podemos responder con humildad que, aunque no conocemos la respuesta ideal en ese momento, vamos a decirles lo que pensamos, y nos comprometemos a informarnos para darles la respuesta más completa posible. Aprovechemos la duda para unirnos en busca de la contestación verdadera leyendo, consultando expertos y consiguiendo videos y materiales que respondan con eficacia a las inquietudes presentadas.

Respecto al Ayuno, es muy interesante saber que Jesucristo nos enseñó que cierta clase de males no pueden salir sino sólo con Ayuno y Oración (Mt. 17,21). El Ayuno nos aporta muchos beneficios cuando queremos sinceramente acercarnos a Dios. Nos aclara la mente y robustece nuestro corazón para amar. No se trata de cumplir con una práctica externa sin sentido; implica la renuncia al Mal, a nuestros apegos humanos que nos separan de la Voluntad Divina.

Ha circulado en las Redes Sociales una invitación, que a continuación te comparto, y que conviene vivir. No conocemos al autor, pero nos favorecerá reflexionarlo a profundidad:

•Ayuna de palabras hirientes. Y transmite palabras bondadosas.

Ayuna de descontento. Y llénate de gratitud.

•Ayuna de enojos. Y llénate de mansedumbre y paciencia.

•Ayuna de pesimismo. Y llénate de esperanza y optimismo.

•Ayuna de preocupaciones. Y llénate de confianza en Dios.

•Ayuna de quejarte. Y llénate de aprecio por la maravilla que es la vida.

•Ayuna de resentimientos. Y llénate de perdón.

•Ayuna de darte importancia a ti mismo. Llénate de compasión por los demás.

•Ayuna de juzgar a otros. Y descubre a Jesús, que vive en ellos.

•Ayuna de tristeza y amargura. Y llena de alegría tu corazón.

•Ayuna de rencores. Y llénate de actitudes de reconciliación.

•Ayuna de palabras. Y llénate de silencio y de escuchar a otros.

•Ayuna de desaliento. Llénate de Fe.

•Ayuna de pensamientos mundanos, y llénate de las verdades que fundamentan la santidad.

•Ayuna de todo lo que te separe de Jesús. Llénate de todo lo que te acerque a Él.


Pero, además, atendiendo al Cuarto Mandamiento de la Iglesia, nuestro Ayuno consistirá en hacer una sola comida fuerte al día, por lo menos el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo.

El Punto 2043 del Catecismo de la Iglesia Católica, CIC, explica que esta práctica asegura los tiempos de ascesis y de penitencia que nos preparan a las Fiestas Litúrgicas y para adquirir el dominio sobre nuestros instintos y la libertad del corazón.

Tu hija no se decepcionará de la Iglesia si ve en ti a una auténtica cristiana. Cuando observe que tu vida ilumina a muchos y que sirves con alegría, se sentirá orgullosa y verá con admiración tus prácticas cristianas. El Ayuno nos prepara para el desprendimiento, fortalece nuestra voluntad y nos motiva para vivir al modo de Dios: amando a los demás.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario