El derecho al asueto
José Antonio Larios Suárez,
4º de Teología.
Porque es necesario a todo ser humano, también los seminaristas tenemos un período de descanso vacacional, tiempo en el que cambia la modalidad de nuestras actividades ordinarias, para buscar la recreación, la convivencia y el sano esparcimiento.
Los alumnos de Secundaria y los de Preparatoria vivieron durante algunas semanas del mes de julio una experiencia de convivencia entre compañeros, que se llevó a cabo en Casas de algunas comunidades rurales como Atemajac de Brizuela, Trejos, Ixtlahuacán del Río, El Salvador, Florencia -sólo por mencionar algunas-, donde los jóvenes tuvieron la oportunidad de fortalecer más sus vínculos grupales por medio de la oración, el deporte, los paseos, la fraternidad y el aprendizaje a través de diversos talleres; vivencias que, sin duda, habrán enriquecido su formación como futuros Sacerdotes.
Por otro lado, los seminaristas mayores, durante todo el mes de julio, desempeñamos actividades misioneras en distintas comunidades parroquiales. Esta práctica de Misión también forma parte de nuestra formación integral, ya que nos permite palpar, muy de cerca, la realidad del Pueblo de Dios, al cual pretendemos servir, y aunque de ordinario lo hacemos con nuestra oración y en el apostolado sabatino, se intensifica durante los dos períodos misionales de cada año, precisamente en tiempo de vacaciones.
En el seno familiar
Después de estas experiencias tan enriquecedoras, tanto de Misiones como de Vacaciones de Comunidad, durante este mes de agosto los seminaristas mayores hemos venido disfrutando del tiempo vacacional restante, que se prolongará hasta el domingo 1º de septiembre, al lado de nuestras familias y en nuestras propias comunidades parroquiales. Los estudiantes menores, en cambio, ya han regresado a las actividades del Curso 2013-2014 desde el domingo 18 de agosto, puesto que iniciaron su descanso poco después de la primera quincena de julio.
Mas, sea como sea, lo importante es hacer notar que esta pausa en el ritmo de la vida del Seminario está muy bien pensada por nuestra Institución y forma parte de nuestra formación como aspirantes al sacerdocio, ya que este período nos ofrece la ocasión de convivir y compartir más de cerca con nuestros padres, hermanos y demás familiares, así como con los Sacerdotes y fieles de las comunidades parroquiales propias o ajenas, que son dos de los núcleos esenciales donde seguramente nació nuestra vocación al sacerdocio.
Todo sea para madurar y mejorar
El período vacacional para el seminarista, como para todo buen cristiano, no significa tiempo de holganza, sino salir de la estructura de labores cotidianas, para dedicarse a aquellas actividades que nos ayuden en nuestra formación y crecimiento personal y que de ordinario no podemos realizar. Obviamente, a la oración no se le dan vacaciones; al contrario, éste es un tiempo propicio para hacerla con mayor reposo, menos preocupaciones y buscando los mejores momentos para entrar en intimidad con Dios. Y así como la convivencia con Dios a través de la oración es vital, es importante también mejorar y dar más calidad a las relaciones familiares-interpersonales, que de ordinario se mantienen un poco a distancia.
De esta manera, pues, nuestras vacaciones no son un añadido a nuestro ciclo anual de actividades, ni sólo una necesidad de descanso, sino una forma de santificarnos y formarnos según el Corazón de Cristo, tal como lo exigen las necesidades de nuestro tiempo, y como lo pide el Concilio Vaticano II: viviendo en el mundo, sin ser del mundo, para santificarlo.
¡Feliz inicio de curso a todos los estudiantes!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario