sábado, 17 de agosto de 2013

El niño que perdió un billete

Chiquillos periféricos


Juan Manuel Orozco Angulo


En una noche oscura, caminaba una señora por la calle, cuando observó a un muchacho, como de 15 años, que afanosamente buscaba algo en una esquina. Intrigada y con el deseo de ayudar, se acercó al chamaco y le preguntó qué era lo que había perdido. “Un billete de veinte pesos”, contestó éste, apesadumbrado.

Compadecida, puso manos a la obra, ayudando a aquel joven en su afanosa búsqueda.

Al transcurso del tiempo, se unieron más y más personas, pero nadie parecía tener éxito, hasta que la primera señora preguntó: “¿En dónde estabas, precisamente, cuando se te extravió el billete, y hacia dónde soplaba el viento cuando se te cayó?”.

“En aquella otra esquina- fue su rápida respuesta-, pero me vine a buscar en ésta porque aquí hay más luz que allá”.

Este cuentecillo, muy conocido, por cierto, no es para reírse, ya que todos o casi todos estamos cometiendo tan absurdo error, pues por comodidad y pereza de llegar al fondo de las cosas, estamos afanados buscando la solución de la corrupción y de la violencia que nos agobia, en lugares y en momentos inadecuados.

La descomposición social es como una corriente de agua que nace de una fuente contaminada, pero que cada agraviado trata de limpiar en el lugar en que la recibe.

Por lógica elemental, si queremos poner remedio al problema, debemos enfocar nuestra atención y nuestros esfuerzos a limpiar el lugar en donde nace la corriente, que en el caso de la violencia y de la injusticia es la familia. Es allí donde se engendran los buenos y los malos elementos que componen la Sociedad; mas nosotros, con una miopía atroz, tratamos de corregir la situación del momento, cuando las raíces de la delincuencia están en otro lugar y, además, fuertemente aferradas.

Hay que buscar las causas de nuestra violencia y de nuestra injusticia, no en donde sea fácil, como lo hizo el muchachito del cuento, sino en donde debe de ser: atendiendo a las futuras generaciones y educando a los ciudadanos del porvenir desde el hogar mismo, ¡pero ya!


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