El Fraile de la calavera
No abundan precisamente los casos de Eclesiásticos que sean reconocidos sin excepción por la Sociedad. Pero ciertamente a este ilustre varón se le venera con gratísimo recuerdo y sin reservas.
Lic. Helia García Pérez
Seminario de Cultura Mexicana, Corresponsalía Guadalajara.
Nació Antonio Alcalde y Barriga en la Villa de Cigales, Provincia de Castilla, España, el 15 de marzo de 1701, y murió en Guadalajara, Jalisco, el 7 de agosto de 1792.
Vino a la Nueva España gracias al Rey Carlos III de España, quien andando de cacería en las inmediaciones de Madrid, quiso descansar un momento en el Convento de Jesús María, de Valverde, y sorprendió al Prior en su habitación. Este Religioso era de semblante humilde y venerable, de aspecto inteligente, de traslúcida virtud. El ajuar de la celda conventual consistía en una mesa, una silla, una tarima para dormir, un cilicio, un tintero, unos libros, un Crucifijo y una calavera.
Tiempo después, como se trataba de proveer la Mitra para el Obispado de Yucatán, que estaba vacante, el Rey dijo a su Ministro: ¨Nombra al fraile de la calavera¨. Alcalde, que había rehusado varias mitras, aceptó finalmente ésta. A pesar de su edad, 62 años, aprendió la lengua maya durante su gobierno pastoral en tierras peninsulares mexicanas, donde sirvió por ocho años.
De Yucatán pasó a México para participar en el IV Concilio Mexicano, que presidió el Arzobispo Francisco Antonio de Lorenzana y Butrón, y de allí, por disposición del Rey y la aprobación del Papa, vino a Guadalajara a ocupar la Sede Episcopal de la Nueva Galicia, en diciembre de 1771. Para entonces, por su avanzada edad, se le consideraba un Obispo de transición. Sin embargo, no se le notaba ni en sus actividades físicas ni en sus facultades mentales.
Sumamente humilde, vestía el hábito de los Religiosos Dominicos (Orden de Predicadores), que tomó a los 17 años de edad en el Convento de San Pablo, de su natal España.
Tan metódico como espléndido
En el trabajo era incansable, y por eso decía que el día era para atender a los fieles y a sus Sacerdotes, y que su labor personal debía de realizarse de noche. De su propio peculio costeó grandes obras sociales y de caridad cristiana, como también muchas veces, y de forma discreta, proveyó de alimento a indígenas muy pobres.
Llevaba con regularidad sus apuntes y proyectos de tal manera ordenados, que parecía estaban listos para ser encuadernados.
El Ilustrísimo Señor Alcalde fue el Fundador original de la Universidad de Guadalajara, cuyo proyecto académico, estatutos y modos de sostenerse envió a la Corona para su dictaminación, aunque ya no le tocó recibir la aprobación e iniciar el funcionamiento de esa Casa de Estudios.
Además de varias escuelas de alfabetización, de artes y oficios que mandó edificar, construyó el Hospital San Miguel de Belén (hoy Hospital Civil, dedicado desde entonces “A la Humanidad doliente”); el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, de la que era un fiel devoto, y ordenó levantar 158 “casitas”, agrupadas en 16 manzanas de lo que ahora es el céntrico Barrio del Santuario, para poblar esa zona, entonces en expansión por el creciente avecindamiento de obreros y jornaleros muy pobres.
Auxiliaba a las Autoridades Civiles para construir calles y abrir caminos. Sumando todos los fondos que repartió mientras estuvo al frente del Obispado tapatío, entre donaciones, fundaciones y construcciones, arrojan la cantidad de $1’097,320.00.
Al cundir aquí la epidemia de viruela en 1803, destinó salas especiales para la aplicación de la vacuna, recién descubierta científicamente como antídoto.
Cargado de años y de méritos, murió Fray Antonio Alcalde, tan querido y venerado por sus feligreses, el 7 de agosto de 1792, siendo sepultado en el Santuario de Guadalupe, en la pared del presbiterio, del lado del Evangelio.
Ahí mismo, por cierto, en estos días, se ofrecerá un Triduo de Misas en su memoria.
En su honor, una de las principales Avenidas del Sector Hidalgo lleva su nombre, y se extiende desde la Calle Morelos, con su Prolongación al Norte hasta El Batán, límite municipal con Zapopan. Asimismo, varias Colonias y un Parque Municipal se denominan “Alcalde”, en agradecimiento a uno de los más grandes Benefactores de Jalisco.
Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, construido, desde sus cimientos hasta su conclusión, durante el Obispado de Fray Antonio Alcalde, devotísimo de la Virgen Morena. Ahí reposan los restos del Insigne Benefactor.
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