Juan López Vergara
En el Santo Evangelio que nuestra Madre Iglesia ofrece para hoy, Jesús, Divino Maestro, advierte del grave riesgo de hacer el Mal, del desafío que implica seguirlo a Él, y de la inversión de valores suscitada en el Reino (Lc 13, 22-30).
Lejos de Mí los mal-hechores
Jesús, rumbo a Jerusalén, iba enseñando ‘caminos de vida’ (compárese v. 22 con Hch 2, 28). Entonces una persona le preguntó: “Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?” (v. 23). Jesús respondió: “Esfuércense por entrar por la puerta que es angosta, pues Yo les aseguro que muchos tratarán de entrar y no podrán” (v. 24). Enseguida ilustró esta sentencia con una imagen para ayudar a orientar adecuadamente su inquietud, destacando que no debían preocuparse por conocer la cantidad de los que se salvan, sino por vivir en sintonía con el Evangelio: “Cuando el dueño de la casa se levante de la mesa y cierre la puerta, ustedes se quedarán fuera y se pondrán a tocar la puerta, diciendo: ‘¡Señor, ábrenos!’ Pero él les responderá: ‘No sé quiénes son ustedes’” (v. 25). Pero ellos insistieron (véase v. 26), hasta que el ‘dueño de la casa’, protagonista de la Parábola, exclamó: “Apártense de mí, todos ustedes los que hacen el Mal” (v. 27).
Entregar la vida al servicio de los demás
En el Evangelio según San Lucas, ‘entrar por la puerta angosta’ significa: estar dispuestos a seguir a Jesús sin condiciones (compárese 9, 57-62); hacerse prójimo del hermano caído y, en consecuencia, actuar con decidida generosidad (compárese 10, 25-37); enriquecerse en orden a Dios y no atesorar riquezas para sí (compárese 12, 13-21). En suma, ‘entrar por la puerta angosta’, significa, a ejemplo de Jesús, entregar la vida al servicio de los demás: “Porque, ¿quién es mayor, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es el que está a la mesa? Pues Yo -dice el Señor Jesús– estoy en medio de vosotros como el que sirve” (Lc 22, 27).
Responder con generosidad
Después encontramos una descripción con un lenguaje característico del tiempo de Jesús, la cual dice que delante de la puerta cerrada habrá llanto y rechinar de dientes (véanse vv. 28-29), para terminar con una paradójica declaración del Señor: “Pues los que ahora son los últimos, serán los primeros; y los que ahora son los primeros, serán los últimos” (v. 30). La sentencia, en primera instancia, alude a los judíos, quienes debían ocupar el primer puesto en el Reino; pero no debemos restringir su significado a una sola época y categoría de personas, sino sentirnos confrontados y llamados a ser generosos y humildes, porque al igual que ayer, no hay junto a nosotros un ‘último’, que no pueda ser ‘primero’ en el Reino.
La dificultad y la exigencia del seguimiento sólo podemos entenderla caminando con Jesús, quien ha revelado que si queremos ir en pos de Él, debemos negarnos a nosotros mismos, tomar nuestra cruz de cada día y seguirlo (véase Lc 9, 23).
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