Durante siete días, del 8 al 14 de diciembre de 1947, la Madre de Dios bajó a nuestro mundo.
Llegó acompañada de un Ángel, para hablar a cinco niñas en la Parroquia de St. Gilles, en L’Ile-Bouchard (Francia). Les habló a Jacqueline Aubry, de 12 años; a su hermana Jeanette, de 7; a su prima Nicole Robin, de 10; a Laura Croizon, de 8, y a su hermana Sergine, de 13. Todas vieron a la Nuestra Señora, excepto Sergine, a quien las otras niñas describían lo que ellas veían.
El testimonio
Yo estuve allí, en L’Ile Bouchard, el apacible pueblo a 32 kilómetros de Tours, para entrevistar a Jacqueline Aubry, quien me explicó cómo vio a la Madre de Dios, cómo conversó con Ella y cómo recibió un milagro.
Jacqueline me dijo: “Soy la mayor de las niñas que contemplamos a la Virgen María en diez ocasiones. Ella no se apareció sola, sino acompañada de un Ángel, que estaba de rodillas en veneración frente a Ella”.
Le pedí que describiera a la Virgen y al Ángel: “La Santísima Virgen María es de una belleza extraordinaria; vestía de blanco, con un cinturón azul y llevaba un velo blanco. Lo más hermoso es su rostro; es algo extraordinario. Sus ojos azules -de un azul que no se ve sobre la Tierra-, emanaban dulzura, ternura, bondad, y la gran pureza de María, que vimos en su mirada. El Ángel vestía de blanco, lucía dos alas en su espalda y sus ojos eran azules. Su mano derecha la mantenía sobre su pecho, y con la otra le ofrecía a la Bella Dama una flor de lis. Ella es una persona viviente de la Tierra, y el Ángel irradiaba una luz que no era como la de Ella”.
Luego, me narró lo que la Virgen les dijo: “Digan a los niños que recen por Francia; lo necesita’. Le preguntamos: ‘Señora Nuestra, ¿usted es nuestra Mamá del Cielo?’ Y respondió: ‘Sí, yo soy su Mamá del Cielo’. Entonces le pregunté: ‘Señora mía, ¿quién es el Ángel que la acompaña?’ Ella miró al Ángel, y él, que estaba de perfil, se volteó hacia nosotras y nos dijo: ‘Yo soy el Arcángel Gabriel’. Luego, la Virgen nos dijo: ‘Denme sus manos para besarlas, y las besó sobre la punta de los dedos’”.
‘Yo soy el Arcángel Gabriel’. Luego, la Virgen nos dijo: ‘Denme sus manos para besarlas, y las besó sobre la punta de los dedos’”.
Pruebas
La docilidad de las niñas, en obediencia a la Reina del Cielo, salvó a Francia: “La Virgen nos citó al día siguiente, a la una de la tarde. Todos los niños del pueblo respondieron al llamado, y rezaron tanto, que tres días después Francia fue salvada de la Guerra. El mismo martes, la Virgen colocó la Cruz de su Rosario al interior de su mano derecha, con su mano izquierda sobre su corazón, y nos dijo: ‘Besen la Cruz’. Luego nos enseñó a persignarnos correctamente, y nos dijo: ‘Digan al señor Cura que construya una gruta donde yo estoy, que coloque mi imagen en una estatua y otra del Ángel, y que yo la bendeciré’. Al día siguiente, le pedimos un milagro, y Ella me dijo: ‘Aunque no estoy aquí para ello, mañana verás claramente’. Yo era muy miope. Esa tarde tuve fiebre, pero a la mañana siguiente veía perfectamente. Muchos tibios e indecisos del pueblo reencontraron la Fe, gracias a mis ojos sanados. Luego, le pregunté por otro milagro, y me respondió: ‘Yo daré felicidad a las familias. Nos pidió que rezáramos con frecuencia el Ave María, e indicó: ‘Recen mucho por los pecadores’. El último día nos besó las manos de nuevo y nosotras lo hicimos dos veces más, el miércoles y el viernes. ¡Besar la mano de la Virgen Santísima!…. Eso se fue hasta lo profundo de nuestros corazones. Mientras más rezábamos con Ella, nos parecía que era más hermosa, y mientras más rezábamos, Ella se veía más feliz”.
Certificada
Más adelante, Jackeline me dijo: “El domingo le ofrecimos flores, que bendijo y besó, y nos dijo que antes de partir enviaría un vivo rayo de sol; y fuimos miles de personas quienes lo vimos aparecer, a través de un vitral: un fino rayo de sol que avanzó haciéndose luminoso; pasó por el contorno de una columna e iluminó a la Virgen Santísima y al Ángel. Fue un único rayo. Su trayecto debió ser en línea recta, pero rodeó la columna para iluminar brillantemente a la Santísima Virgen y al Ángel”.
El 8 de diciembre de 2001, el Arzobispo de Tours, André Vingt-Trois, aprobó las Apariciones para invocar a Nuestra Señora de la Oración, en consideración a los numerosos frutos de Gracia, sin jamás caer en sensacionalismos, que desarrollan un espíritu de oración y fortalecen la Fe de los peregrinos.
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