sábado, 17 de agosto de 2013

La gente tiene la palabra

Luis Sandoval Godoy


Río seco146- Sin miel y sin jícara

Todas las cosas tienen su modo; cada quien con su cada cual; tú me dices el cómo y yo te digo el cuándo: todo así, hecho en avenimiento amistoso.

Hasta para eso de la miel deben hacerse las cosas bien: habíamos ido a la miel que sacábamos de unas grietas en las peñas que quedan en la otra cara del cerro.

Preparamos una jícara grande y unos lazos que iban a servir para amarrarnos. Pero se nos echaron las abejas encima y no nos dejaron hacer nada.

Con el desconsuelo de una ilusión fallida nos sentamos en la falda del cerro, viendo con tristeza a las peñas, y nosotros acá, derrotados: sin miel y sin jícara.


147- Pronto y bien, no hay quién
Hay dos cualidades que debemos tomar en cuenta al emprender alguna acción importante: que aquello quede a su tiempo, y realizado de la mejor manera.

Porque luego hay historias de quienes apresuran el paso, recortan el tiempo, avanzan en los días que se requieren para un trabajo de mejor calidad.

Que no echemos carrera, ni nos quedemos dormidos en el camino, y que no salgamos con una tarea, un trabajo, una obra que no merezca aprobación plena.

Bien lo dice la gente, cuando pone las dos condiciones básicas, las dos exigencias que se piden en nuestras acciones: hacerlas bien y en un tiempo razonable.


148- Le puso los ojos verdes

Como la historia romántica y llena de untuosa pasión, cuando una cierta dama veía pasar y se enamoró de un seminarista de ojos verdes.

Dicen eso, que hay un encanto, que hay singular belleza en la luz de unas pupilas como en el esplendor del bosque, para decir: verde, que te quiero verde.

Con todo eso se quiere decir que poner los ojos verdes es como crear un embrujo, como establecer la fuerza mágica de una mirada que atrapa y seduce.

Y ha querido tenerse como buena señal el que alguien tenga los ojos verdes, con tal de que no atrape ni someta ni rinda al otro en el embrujo de su mirada.


149- Quedamos hasta el copete

Refieren que estábamos contando el tiempo y que nos sentíamos asfixiados al soportar un signo político que tuvo en sus manos la rienda del país.

Fueron largos años; dijeron que setenta o algo así, de represión, de dominio, de abusos, sin que nadie pudiera pensar en la liberación de aquel yugo.

Aquellos años con el color político en cuestión, hicieron que el país esperara con ansia un cambio y que se dijera que todos estábamos quedando “hasta el copete”.

Siempre el cambio, siempre la renovación, siempre el amanecer y no el peso asfixiante que por mala suerte vuelve a imponerse otra vez en la vida nacional.


150- Se quedó abriendo la boca

Y se quedó así porque quería decir más; quería abrir la boca para decir la palabra que los otros esperaban, y ya no pudo expresar algo que se quedó al aire.

Esta expresión del lenguaje familiar puede esconder un momento trágico en la vida, puede estar diciendo que hay cosas que pudieron ser y no fueron.

Dice que vamos caminando en el tiempo y nos salen al paso situaciones huidizas, actitudes perecederas que no podemos hacer que vuelvan a tener vida.

Hasta puede referirse al momento definitivo, a la hora amarga, al momento supremo de nuestro fin, en el que tal vez nos quedemos con la boca abierta.


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