Nuevos bríos para evangelizar
Pbro. Juan Pablo López Ramos
Pastoral Juvenil de la Arquidiócesis de Guadalajara
Río de Janeiro, Brasil- “¡Veo en ustedes la belleza del rostro joven de Cristo, y mi corazón se llena de alegría!” Con estas palabras dio comienzo el Sumo Pontífice su saludo de bienvenida a la juventud reunida en el inicio de la Jornada Mundial de la Juventud, el jueves 25 en la Playa de Copacabana, y que no dejaba de mostrar su emoción, viendo que el Papa Francisco se portaba en todo momento cálido, cercano, sencillo y coloquial en sus discursos.
Desde ese instante, dejó en claro que el encuentro mundial con los jóvenes sería para refrendar la Fe en Jesucristo y el compromiso con la Iglesia, y que él estaba ahí presente para confirmarlos en la Fe. Precisamente, experimentó, emocionado, una recepción plena de entusiasmo al escuchar ovaciones, vítores y cantos, y contemplar banderas de todos los países, manos extendidas, y hasta sombreros y gorras lanzados al aire en señal de júbilo y aceptación.
Perdón por los pecados, purificación del alma
Después de escuchar y meditar por la mañana la Catequesis propia del viernes en las Parroquias de Río de Janeiro, expuesta en distintas lenguas, los jóvenes de todas las naciones volvieron a peregrinar a Copacabana para reencontrarse con el Pastor de la Iglesia Universal. Ahora, el motivo era recorrer La Vía Dolorosa. No les había importado, a los muchachos, el enrarecido clima, que desde el martes había nublado toda esa inmensa ciudad, dejando sentir también lluvias y vientos helados.
En su reflexión, el Santo Padre hizo mención del inolvidable Beato Juan Pablo II y del significado de la Cruz Misionera que entregara a los jóvenes desde su Primer Encuentro con ellos, con la intención de que diesen testimonio de Jesús en todas las naciones y abrazasen fuertemente su propia cruz. Muy a su estilo de hablar directo, hizo mención de acontecimientos reales y actuales y cuestionó a los presentes si se daban cuenta de que en esos momentos dolorosos estaba ahí Cristo, sufriendo. También les cuestionó qué harían para mostrar el Amor de Dios a sus hermanos dolientes.
Dio palabras de ánimo, de esperanza, motivó a la valentía a los jóvenes, y concluyó su mensaje diciendo: “Queridos jóvenes, llevemos nuestras alegrías, nuestros sufrimientos, nuestros fracasos a la Cruz de Cristo; encontraremos un Corazón abierto que nos comprende, nos perdona, nos ama y nos pide llevar este mismo Amor a nuestra vida, a amar a cada hermano o hermana nuestra con ese mismo Amor”.
El campo de la Fe, nuestro corazón
La Vigilia sabatina y la Clausura de la Jornada Mundial de la Juventud estaban programadas para el Campo Fidei (El Campo de la Fe) en Guaratiba; pero, por motivos climáticos, tuvo que modificarse el Programa. Y precisamente en este acontecimiento se basó el Papa para hacer reflexionar a los jóvenes y a todos los presentes:
“¿No estaría el Señor queriendo decirnos que el verdadero Campo de la Fe, el verdadero Campo Fidei no es un lugar geográfico, sino que somos nosotros?”, preguntó el Santo Padre a todos los presentes en Copacabana, y siguió luego haciendo tres pautas de reflexión: la primera, el campo como lugar donde se siembra; la segunda, el campo como lugar de entrenamiento; y la tercera, el campo como obra en construcción. Para ello, se inspiró en la Parábola del campo sembrado, del Evangelio de San Mateo, Capítulo 13, Versículo 1 y siguientes.
Y ante un Altar majestuoso, preparado para la Adoración de Jesús real y verdaderamente presente, el Papa Francisco expresó: “Queridos amigos, no se olviden, ustedes son el Campo de la Fe. Ustedes son los atletas de Cristo. Ustedes son los constructores de una Iglesia más hermosa y de un mundo mejor. Levantemos nuestros ojos hacia la Virgen. Ella nos ayudará a seguir a Jesús, dándonos su ejemplo de aceptación con su: ‘Aquí está la esclava del Señor; que se cumpla en mí lo que has dicho’ (Lc 1,38). Digamos también nosotros a Dios, junto con María: ‘Hágase en mí según tu Palabra’”.
Momentos antes, los jóvenes habían sintonizado con las plegarias y cantos que entonaban muy animadamente los integrantes de la Pastoral Juvenil brasileña, incluyendo una notable participación del cantautor costarricense Martín Valverde. Alentados de esta manera por el mensaje papal y los grupos corales, los chavos alistaron sus casas de campaña y bolsas de dormir para descansar, tras la larga Procesión a Copacabana, que había exigido un recorrido de nueve y medio kilómetros.
¡Aaah, uuuh, la Jornada hermosa!… ¡Esta es la Juventud del Papa!… ¡Franciscooo, Franciscooo!, fueron algunas de las porras que vociferaron decenas de miles de jóvenes en Río de Janeiro, con fuerza y convicción en este acontecimiento de Fe, para demostrar su amor a Dios y su fidelidad a la Iglesia y al Papa.
Cristo cuenta con ustedes, el Papa cuenta con ustedes
Río de Janeiro quería despedir al Papa y a los jóvenes de todo el mundo con una hermosa estampa, y así fue. Al clarear la luz del Sol del domingo 28 de julio, Copacabana volvió a vestirse de colores en las playeras y las banderas de la multitudinaria muchachada, y ante la presencia de cientos de Obispos, miles de Sacerdotes, Seminaristas y Religiosas, congregados todos a los pies del Altar donde el Obispo de Roma presidiría el acto de envío, a los jóvenes, para ir a misionar.
Todo transcurrió, afortunadamente, en un ambiente de algarabía, sí, pero con tranquilidad y orden, gracias al esfuerzo de coordinación y vigilancia que desplegaron los cuerpos policíacos, los Agentes de Servicios Médicos, así como millares de Voluntarios, emplazados en toda la extensa bahía, para garantizar el éxito de esta Ceremonia de Clausura.
Y las palabras del Papa hicieron latir de emoción el corazón de quienes las escucharon: “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos. Con estas palabras, Jesús se dirige a cada uno de ustedes, diciendo: ‘Qué bonito ha sido para ti participar en la Jornada Mundial de la Juventud, vivir la Fe junto a jóvenes venidos de los cuatro ángulos de la Tierra; pero ahora tú debes ir y transmitir esta experiencia a los demás’”.
Luego el Romano Pontífice hizo que todos los presentes repitieran, a una voz con él, las tres condiciones del discípulo-misionero: “Vayan, sin miedo, y para servir. No es si quieren o pueden; es un imperativo del Señor: ¡Vayan, ahora, confiados en Él! Sin miedo, pues Dios dirá a ustedes lo que dijo al Profeta Jeremías: «No tengas miedo, que Yo estoy contigo para librarte» (Jr. 1,6). Jesucristo hablará por ustedes; no tengan miedo, jóvenes.
“Y para servir, como en la vida de Jesús, siempre desprendido de Sí, siempre dándose a los demás generosamente, sobre todo a los más pobres, los más tristes, los que más lloran”.
Antes de dar la Bendición final, el Papa les motivó diciendo que la Iglesia de Cristo los necesita, que él necesita de los jóvenes para anunciar la Buena Nueva, y que cuenta con todos ellos. Y concluyó diciendo: “Nos vemos en Cracovia en el 2016”, a lo que la delegación polaca y todos los presentes estallaron en júbilo por la noticia de la próxima Jornada Mundial de la Juventud.
El remate consistió en clamorosos cantos entonados por “la juventud del Papa”, como el “Nadie te ama como yo”, de Valverde, y el Himno Oficial de la Jornada, cantado en varios idiomas.
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