Ni respeto a la ecología ni vivienda digna
Cuántas personas conviven amontonadas en un espacio que debiera ser para muchas menos. Es éste un fenómeno que marca un viacrucis para los más empobrecidos. El hacinamiento es un problema muy grave de actualidad, de nivel mundial. Hay grandes centros urbanos con densidad enloquecida de personas, mientras otros espacios rurales permanecen deshabitados o casi despoblados.
Es una cuestión problemática; representa miles de personas viviendo en muy malas condiciones. Repercute en la calidad de vida, en la conducta ética; destroza costumbres y ofende a millones en su integridad más individual.
Los programas del Gobierno mexicano llegan a cuentagotas para los barrios pobres. Ellos pagan los platos rotos de nuestra Economía nacional; son “carne de cañón” de una política que se queda en publicitaria. Los hay indígenas, mujeres, discapacitados, enfermos, campesinos… así está nuestra República sufriendo carencias. A la hora de traducir los Impuestos en obra pública, -vox populi- muchos buscan tajada.
Hay datos, que por su certidumbre injurian… el 60% de quienes trabajan en México no ganan suficiente para comprar una casa. Sólo el 28% de los derechohabientes del Infonavit logra obtener un crédito. La vivienda, la atención a los ciudadanos, que en política sana debiera ser un tema impostergable, se convierte en negocio inmisericorde que golpea a los más empobrecidos.
Basta un asomo a las periferias de esta gran Metrópoli conurbada por distintos Municipios. El Centro de la Ciudad adolece envejecimiento, deterioro ambiental; pareciera un mundo de categoría ínfima. Demasiadas casas construidas recién, no se usan. Es, a decir de los entendidos, una inversión especulativa y ofensiva por su mala calidad. Abundan casas embargadas por carencias económicas; construcciones hechas al garete. A decir de los Analistas y Académicos, “lo económico se antepone a lo social”. Este negocio de la vivienda, de regular calidad, carece de responsabilidad a la hora de las carencias y malhechuras.
El hacinamiento provoca estrés, exclusión, deterioro de las relaciones familiares. Se embrutece la calidad humana; hay colonias sin los servicios elementales. La gente protesta, y nada pasa. Hay corrupción inmobiliaria a expensas del Gobierno. Botones de muestra: Colonias fuera del Periférico en la Barranca de Huentitán. En entrevista para este Medio, dicha gente revela enormes penurias. La Carretera a Nogales en sus primeros 20 kilómetros a partir del Periférico ha quedado mutilada en sus acotamientos, a decir de algunos habitantes de esa zona. Ya no preocupa el respeto a la ecología.
El Papa Francisco ha señalado que “la posesión de una vivienda tiene mucho qué ver con la dignidad de la persona y el desarrollo de las familias” Él mismo trabajó, cuando fue Arzobispo de Buenos Aires, en las llamadas “villas miseria”, que corresponden a nuestras vecindades: conglomerados de precariedades, pobreza, vicios, violencia, desnutrición…
Periodistas de Semanario han abordado -in situ- a personas que sufren esta problemática. Profesionistas, gente de familias de vivir sencillo, han expresado preocupaciones en este sentido. El Sumo Pontífice, por su parte, no deja de hablar en favor de los excluidos. Subraya: “¡Ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ninguna persona sin la dignidad que da el trabajo!”.
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