jueves, 22 de septiembre de 2016

Cómo abandonarse en Dios

mujer-orando

Querida Lupita:

He crecido mucho con tus escritos y me he dado cuenta de que hice todo lo necesario para perder mi matrimonio. Hace tres meses se fue mi esposo de casa. Nuestros tres hijos y yo no encontramos la paz. Hablé con él, le pedí perdón y también lo perdoné; los dos nos hemos fallado mucho. Siento como una opresión en mi corazón y no puedo seguir. Sé que no puedo obligarlo a amarme, pero siento asfixia, desesperación; veo a mis hijos llorar y enojarse de forma exagerada. Estamos muy afectados y no sé cómo regresar el tiempo. ¡Necesito ayuda, por favor!

HERMANA MÍA, DANIELA:
Cuando las cosas se han salido de nuestro control, el encuentro sincero con Dios se hace necesario. Míralo y exprésale que lo necesitas, que sin Él no tienes fuerzas, que un paso más es imposible para ti. Abandónate en sus brazos, siente su amor y protección.
Charles de Foucauld nos explica el abandono cristiano: El Abandono no es dejadez, no es apatía, no es desánimo, sino confianza plena que sólo se funda en el amor. Y es clarividencia de nuestros propios límites personales y sociales. Y, por ello mismo, clarividencia de nuestra necesidad de Dios.
Abandonarse no significa dejar de hacer todo lo que está a nuestro alcance para convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos. Ésa es nuestra misión y siempre es posible realizarla, pues está en nuestras manos. Pero debemos detener nuestros intentos de controlar lo que no está en nuestro poder. Repetir constantemente la siguiente oración, es una herramienta poderosa para conseguir un sincero abandono. La oración se presenta como un mensaje de Jesús para ti:
¿Por qué te confundes y te agitas ante los problemas de la vida? Déjame el cuidado de todas tus cosas y todo te irá mejor. Cuando te abandones en Mí, todo se resolverá con tranquilidad según mis designios.
No te desesperes, no me dirijas una oración agitada, como si quisieras exigirme el cumplimiento de tus deseos. Cierra los ojos del alma y dime con calma: Jesús, yo confío en Ti.
Evita las preocupaciones y angustias y lo que pueda suceder después. No estropees mis planes, queriendo imponerme tus ideas. Déjame ser DIOS y actuar con libertad. Abandónate confiadamente en Mí., reposa en Mí, y deja en mis manos tu futuro.
Dime frecuentemente: Jesús, yo confío en Ti.
Lo que más daño te hace es tu razonamiento y tus propias ideas y querer resolver tus cosas a tu manera. Cuando me dices ‘Jesús, yo confío en Ti’, no seas como el paciente que le pide al Médico que le cure, pero le sugiere el modo de hacerlo.
Déjate llevar en mis brazos divinos, no tengas miedo. Yo te amo. Si crees que las cosas empeoran o se complican a pesar de tu oración, sigue confiando. Cierra los ojos del alma y continúa diciéndome a toda hora: Jesús, yo confío en Ti.
Necesito las manos libres para poder obrar. No me ates con tus preocupaciones inútiles. Satanás quiere eso: agitarte, angustiarte, quitarte la paz. Confía sólo en Mí, abandónate en Mí. Así que no te preocupes, echa en Mí tus angustias y duerme tranquilamente. Dime siempre: Jesús, yo confío en Ti. Y verás grandes milagros.
Por tanto, haz lo que está en tus manos, piensa en tus hijos y dales lo mejor de ti. Conviértete en una mujer encantadora y lo demás, déjalo al Poder de Dios, a su gran Misericordia y su Amor infinito.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario