jueves, 22 de septiembre de 2016

¡Un prodigio patente!

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Texto y Foto: Pbro. Óscar Maldonado Villalpando

Lo que ayer era un campo árido de terrones secos de donde el viento mordiente de febrero y marzo levantaba nubes cuaresmales de polvadera pecaminosa, de un rato a otro, con católicos días de arduas labores y ecos del “Alabado viejo”, se ha transformado en un evangélico e inigualable lienzo de verdes intensos y de provocadoras y perfumadas flores.

El barbecho de ayer, por obra del Amor de un Padre generoso, besos de virginal lluvia y abrazos cálidos de sol, se ha hecho un monte de sueños, una mullida almohada de esperanzas, de frutos, de espigas, de elotes, donde el Señor ha servido una mesa paradisíaca, como un altar, como un ofertorio de cada día.
La campiña parece entonar un canto de gratitud, parce iniciar una danza sagrada de felicidad en el cañaveral que murmura, que dialoga con el cielo; que se abraza a las gotas de la lluvia que la ungen. El viento, a su vez, eleva y consagra.
¡Y pensar que muchos han dado la espalda, han dejado su ombligo y se han ido a confundir entre los desechos, a abundar la polución, y se han ido a renegar entre los ruidos de motores y el humo para ser limosneros oficiales, esperando dádivas de miseria. Ése ha de haber sido el primer paso hacia este desasosiego, hacia todas las negaciones, hacia la destrucción de la familia, de la identidad rumbo a los acantilados del sinsentido generalizado.

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