jueves, 22 de septiembre de 2016

Trabajar por la familia

Cardenal José Francisco Robles Ortega,
Arzobispo de Guadalajara

Amados hermanos y hermanas:

Jesús nos pide que estemos siempre atentos y vigilantes porque va a venir al final de nuestra existencia, y porque viene a nuestra vida cotidianamente, no para castigarnos, sino para consolarnos, darnos aliento y ayudarnos. Pero si no estamos atentos a esta presencia de Jesús, se nos va a pasar.
Quiere que nos mantengamos en espera activa, trabajando para mejorar nuestra vida y la de los demás. La vida se nos da para hacerla amable, productiva y feliz, no para estar con los brazos cruzados, esperando que alguien nos resuelva las cosas.
Jesús quiere encontrarnos trabajando en favor de su Reino, construyendo la justicia, la fraternidad, la solidaridad, la preocupación por los más pobres, sin que nada ni nadie lo impida, con la lámpara encendida; es decir, con la Fe bien puesta, con el ánimo fortalecido.
Viene porque nos quiere felices y plenamente realizados, hermanados, solidarios, productivos en favor de su Reino.
¿Hay, acaso, campo de trabajo en este mundo para establecer el Reino de Dios? ¡Sí, por supuesto que sí! Baste, por ejemplo, la familia. Si cada hogar hiciera al interior de sí lo suficiente para vivir en paz, en armonía, por ser solidarios, por reconciliarse, por divertirse juntos, por compartir… Si cada familia se empeñara en vivir estos valores, habría más que suficiente para trabajar en ello.
¡Cómo necesita la familia esta atención y esta participación de todos sus miembros! Nos referimos a la familia que conforman papá, mamá e hijos, pero también nos referimos a otros núcleos que se conciben y viven como familia, como la que conforman los abuelos con sus nietos. Se saben familia y se ostentan como tal.
Nos referimos también a las familias que están constituidas por mamás solteras, que acaban siendo, al mismo tiempo, papá y mamá, para cuidar a los hijos, para traerles el sustento, para darles educación. Mamás solteras, verdaderamente heroicas en la formación de sus hijos. También se saben familia, se conciben familia, y debemos reconocerlas así. En lugar de juzgarlas, debemos ayudarlas, ser solidarios con ellas.
Entendemos que el modelo es el de José, María y Jesús. Pero la realidad, por muchas circunstancias que no debemos juzgar, nos dice que tenemos que respetar y reconocer que son auténticas familias que luchan por vivir, por sacar adelante a sus miembros.
Con la familia tenemos para decir que podemos esperar a Jesús vigilantes y activos, atentos y trabajando. El Señor nos alienta para darnos Esperanza, sobre todo cuando contra la familia se ciernen tantas ideologías que quisieran desaparecerla. Estemos atentos a esos movimientos y propuestas engañosas que van al núcleo de lo esencial como Humanidad.
El núcleo de la Sociedad es la familia. No podemos tener una Sociedad sana si destruimos su base, la familia. Tendremos una Sociedad vigorosa y sana cuando hayamos trabajado en bien de las familias, que les hayamos ofrecido todo el soporte que necesitan para vivir su esencia y su vocación.
No nos acomplejemos, no nos harán sentir que somos retrógradas. Es falso camino de la Humanidad destruir su esencia, la familia. No hay futuro para la Sociedad si se destruye a la familia.

Yo les bendigo en el Nombre del Padre,
y del Hijo y del Espíritu Santo.

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