viernes, 30 de septiembre de 2016

Las llagas evidentes de los que necesitan ayuda

Cardenal José Francisco Robles Ortega,
Arzobispo de Guadalajara

Amados hermanos y hermanas:

A Dios no le es indiferente el uso que hagamos de los bienes materiales. Está atento a cómo usamos de ellos. Cuando son empleados para saciar la ambición, la vanidad, y sobre todo cuando nos sirven para despreciar o explotar a los demás, este mal uso es reprobado por el Señor.
El mal uso de los bienes materiales de forma desordenada, desperdiciada, no sólo es motivo de reprobación, sino de castigo eterno. Cuando la pobreza de algunos no es motivo de compasión de los que tienen, el Señor no es indiferente.
Tales actitudes pueden despertar en nosotros un deseo de venganza, anhelando que los ricos terminen en el lugar del castigo eterno. Jesús no quiere alentar esta actitud de venganza, porque todos somos pecadores y necesitamos de conversión.
Lo que quiere alentar es que durante la vida que Él nos conceda en esta Tierra, por el buen uso de los bienes materiales podamos ganar la vida eterna. Pero también, mientras dure nuestra peregrinación por este mundo, por el desordenado uso que hagamos de los recursos, podemos poner en peligro nuestra salvación.
En esta vida podemos corregir y enmendar nuestra mentalidad en relación a nuestros bienes. Si Dios nos ha dado poco o mucho, lo que sea, no es para nuestra particular ambición, sino para que lo compartamos con el que menos tiene, con el que más necesidades sufre y con el que conocemos que está en peor situación.
Lo que tenemos que hacer es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica, para descubrir el valor y el sentido de los recursos materiales, para vivir la caridad y la solidaridad para con todos.
Hay personas que, por un tiempo, vivieron necesidades y de repente les cambia el destino y llegan a tener, por ejemplo, un buen trabajo que les hace vivir bien. Es interesante ver cómo estas personas que experimentaron la pobreza, una vez que tienen recursos, ya no quieren compartir con los más necesitados.
Dios no es indiferente a la manera como sus hijos entendemos y usamos los dones materiales. Él observa, pero no quiere condenarnos por eso. Espera que nos convirtamos. Su Infinita Misericordia nos invita a ver, a reflexionar y a corregir cuando estamos utilizando mal los bienes. No son para satisfacernos al máximo. Son para vivir dignamente, pero para compartirlos.
Esta Palabra es oportuna y práctica para el tiempo que estamos viviendo, de tanta precariedad. Todos sentimos la necesidad, de alguna manera, pero hay quienes la sienten y la viven de manera extrema. No tienen recursos para vivir dignamente, para su salud, para vestir, para dar de comer a sus hijos, y no podemos ser indiferentes ante los que carecen más que nosotros, ante los que requieren más urgentemente que nosotros.
Tenemos que buscar los medios para ser solidarios, para estar con el que sufre a las puertas de nuestra casa. Hay muchas personas que no tienen más que evidenciar ante la Sociedad sus dolorosas carencias, sus llagas, y no podemos ser indiferentes a ellas.

Yo les bendigo en el Nombre del Padre,
y del Hijo y del Espíritu Santo.

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