viernes, 30 de septiembre de 2016

Un modelo para todos los tiempos y naciones

Santa Teresa de Calcuta

El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la Fe. El fruto de la Fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz. Madre Teresa de Calcuta

madre 1

Pbro. Germán Orozco Mora
Mexicali, B.C.

Canonizada por el Papa Francisco en la Plaza de San Pedro, en El Vaticano, el domingo 4 de septiembre de 2016, Año de la Misericordia, la Madre Teresa de Calcuta será inolvidable precisamente por su evangélica forma de vivir y morir, amando y sirviendo a los pobres a través de sus Misioneros de la Caridad.
Nacida en Skopje, Albania, el 26 de agosto de 1910, toma su nombre de los arrabales pobres y abandonados de la India en Calcuta, donde murió el 5 de septiembre de 1997.
La Madre Teresa, que afirmaba que Juan Pablo II “es un regalo de Dios, para la Iglesia y la Humanidad”, una o dos veces al año visitaba Tijuana, Baja California; muchos le conocimos, y observamos su testimonio de vida siempre por los necesitados: hambrientos, sedientos, migrantes, ancianos, adictos, abandonados.
Venía a Tijuana a visitar sus obras, ya desde San Francisco o Los Angeles; con su vestido hindú, blanco, con listón azul claro, llamado Sari; con una profunda y pura sonrisa de mamá, de fundadora, de amorosa vida por los sencillos; y como decía el Periodista Óscar Genel, con sus huarachones y su humildad, su rostro de amor.
Si Juan Pablo II, el Papa Santo de Polonia, nunca pudo visitar la frontera bajacaliforniana de Tijuana, la Madre Teresa sí lo hizo, y más de una vez cada año, desde que fundó en esta ciudad su único Seminario de Sacerdotes Misioneros de la Caridad; ahí cerca de la Central Camionera, en Otay.
Una de las glorias de la Ciudad de Tijuana es ésta, a más de otras: tener la dicha de que esta Santa albanesa-hindú la seleccionara para formar a sus Sacerdotes Misioneros. Venía de otros lugares del mundo a las Ordenaciones de sus Sacerdotes, en los tiempos del Alcalde Montejo Favela y del Gobernador Ernesto Ruffo Appel, en el Episcopado de don Emilio Carlos Berlié Belaunzarán.

EJEMPLO VIVIENTE
Bajita, con unos huarachones y vestimenta humilde, cada día contaba con una reserva de 4 a 5 horas de oración ante el Santísimo Sacramento, y siempre con el santo Rosario en la mano. De pronto sabían quién era la Superiora de los Misioneros y Misioneras de la Caridad. Millones de dólares y bienes le donaban, pero sabía bien qué destino debían tener los lujos y todo lo que no era necesario. Tirar por las ventanas las alfombras nuevas y que se las llevaran los pobres de la calle; desconectar y regalar los boilers calentadores y que sus hijos se bañaran a “jicarazos” con agua “al tiempo”. Mortificaciones, ayunos, no comer entre comidas; disciplina; eso era la Santa Madre Teresa de Calcuta; ése su prestigio. Testimonio vivo de pobreza, sacrificio, encarnado en la Superiora, la modelo, la guía.
Recuerdo en el Auditorio Fausto Gutiérrez, de Tijuana, cuando hablaba, siempre repetía hermosamente en su perfecto inglés el Evangelio de Mateo. Que cuando lleguemos a la presencia de Dios, nos preguntará qué hicimos con los pobres. De memoria y con el corazón puro lo expresaba en entrevistas, en discursos, en intervenciones, como en ese año 1993.
Durante muchos ciclos, los Seminaristas de Mexicali, La Paz, Ciudad Obregón y Diócesis de California eran enviados al Seminario Mayor de Tijuana al no contar con uno propio. Cientos de Sacerdotes hoy poseen en sus oficinas fotos con la Madre Teresa, de modo que tienen unas reliquias impresionantes de una Santa que amó nuestra región eclesial.
Nadie quería faltar en esas ocasiones, con cámaras en mano, libros para autografiar, etcétera. A tal hora estará en la Capilla (donde aprendimos a rezar el Oficio y el Rosario) del Seminario de Tijuana, la Madre Teresa; ánimo, la Capilla se abarrotaba con la presencia del Obispo Emilio Carlos, Sacerdotes Formadores, invitados y Seminaristas del Menor y Mayor. Un regalo de Dios, la presencia de este testimonio viviente del Amor de Dios.

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