jueves, 22 de septiembre de 2016

EDITORIAL

Economía sometida, frustración de los pobres

¿Por qué hay “Gasolinazos” en México? ¿A qué se deben las frecuentes alzas del dólar, la devaluación de nuestro Peso y la cascada de incrementos de precios en todo? Sólo lo sabe la Secretaría de Hacienda. Millones de rostros mexicanos endurecen el gesto, mientras quienes componen las Cámaras sonríen con desparpajo, al igual que privilegiados empresarios exportadores. Los pro-hombres financieros del Presidente dan sus explicaciones: son “actos de Gobierno”, “repercusiones de la Economía mundial”. Al pueblo llano le parecen argumentos insulsos. No sabe de disquisiciones macro-financieras; solo siente el latigazo cretino de la carestía. Y sabe de la superabundancia de la “clase” gobernante.
La primera cara de una economía desahuciada es el engaño. Y se envuelve en papel de regalo para seducir. En las crisis monetarias, pululan vivales; funcionan como conserjería de entendidos economistas; pero sólo reciclan embustes con peroratas interminables. En cada crisis resucitan macro-mentiras económicas.
En el pueblo surgen las famosas “pirámides”, que ofrecen una metodología para salir de pobres. Algunos lo logran, es verdad, y con creces… a costillas de una mayoría embaucada.
El desengaño se acrecienta. Se ofrecen explicaciones necias del Gobierno en turno. Hay millones de pobres desposeídos de trabajo, mientras la clase política se reparte sueldos de afrenta para los millones de asalariados que apenas comen al día. Dice a propósito el Papa Francisco: “No compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos”.
Una de las primeras Leyes de una Familia, de una Nación es, a decir del mundo griego de la antigüedad, la Economía. Ellos hablaban de normas para poner orden en el concierto de todas las cosas. Naturalmente, para que un ordenamiento funcione integralmente, tiene que cimentarse en las razones, en las virtudes del corazón.
La Economía, como Ley social, para que funcione con integridad, debe tener cimientos sólidos, reglas claras que animen la decencia de la gente. Hay mucha distancia, -y no sólo de tiempo- entre aquellos filósofos griegos y los gobernantes de hoy que ofrecen, a diestra y siniestra, remedios populistas,
El Santo Padre es audaz –tal vez demasiado- en relación a los parches de una Economía populista: “…así como el mandamiento de ‘no matar’ pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir ‘no a una Economía de la exclusión y la inequidad’. Esa Economía mata”.
La Economía, por si misma, no construye ninguna Sociedad. El Sumo Pontífice previene de la “dictadura de la Economía” porque lleva a la destrucción. Llama con urgencia a economistas y políticos para que “resuelvan contra la tiranía” del sistema económico.
Su primera Encíclica reflexiona en la situación de nuestro mundo e invita a imaginar posibles soluciones: “…Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas, sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar”. El pueblo mexicano es ingenioso y solidario en situaciones límite. También se cansa. Conciencia mata engaño; debe ser exigente en sus Derechos.

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