jueves, 7 de noviembre de 2013

Vivir en la pantalla

PARA CONCLUIR EL AÑO DE LA FE:

UNA IGLESIA NUEVA PARA UN MUNDO NUEVO (Final)


Terminamos hoy con esta reflexión de José Ignacio González Faus, S.J., en base a la Gaudium et Spes (GS); apuntes tomados del Cuaderno 185, de Cristianismo y Justicia.


Integridad de la Creación
madre ter.GS no habla del tema ecológico, hoy tan agudo y urgente. Desconoce todo el problema de la amenaza tecnológica, y sólo le preocupa la observación de que las Ciencias y la Técnica no llegan a la dimensión última de las cosas (GS, 57). Importa aquí la visión de GS sobre el ser humano y lo que dice sobre el antropocentrismo, pues ecologistas modernos atacan al mismo antropocentrismo como raíz de todo el problema ecológico.

Que el Occidente actual haya perdido el respeto a la que Francisco de Asís llamó «Hermana, Madre Tierra» me parece innegable, pero más, que el origen sea el antropocentrismo, lo cual se debe más bien a un «individuocentrismo» que caracteriza a todo el sistema social de Occidente y del que hoy todo el mundo es prisionero y no encuentra modos de salir de esa prisión.

Aquí, el dominio del mundo no es un dominio cualquiera, sino en justicia y santidad. Se deja claro que, a más poder, corresponde mayor responsabilidad. Desafortunadamente, el problema ecológico es posterior al Concilio Vaticano II, y los líderes mundiales dan la sensación, por un lado, de ser conscientes del problema y, por otro, de no ser capaces o no estar dispuestos a afrontarlo con la seriedad que el problema ecológico reclama. Peor sería, sin embargo, que en las reuniones sobre cambio climático, el «Grito de la Tierra» acabara ahogando casi por completo al «Grito de los Pobres».


¿Qué dice la Iglesia de sí misma?

Mientras que la Lumen Gentium (LG) trataba sobre la Iglesia hacia dentro, GS lo hace hacia fuera y la presenta como Iglesia de los pobres, como servidora y no directora del mundo, y como unida y no fraccionada en varias iglesias.

En los Números 1, 88, 45, 76, y 40, la Gaudium et Spes dice que la Iglesia es una comunidad de creyentes agrupados en torno a Cristo y que se sabe poseedora de una Buena Noticia para el mundo, capaz de humanizarlo y mejorarlo. Una comunidad que sólo puede ofrecer su Mensaje desde la pobreza y el amor, y no desde la imposición, convirtiéndose en levadura y estímulo para el mundo, pero sin mimetizarse con ninguna realidad concreta de éste (ni racial ni cultural ni sociopolítica). Eso sí, puede abrazarlas a todas y, a la vez, ser enriquecida por todas ellas.


¿Qué desea ser y qué ofrece?

Como lo explica GS (1, 33, 72, y 43), su deseo es una profunda solidaridad con el género humano, en unión y contribución con la marcha del mundo. La Iglesia ofrece un aprecio sincero y respetuoso; una disposición a crear sus propias obras (como servicio y no como autopromoción); la renuncia a privilegios y hasta a los derechos que pudieran empañar la pureza de su testimonio. Y está dispuesta a desprenderse incluso de bienes propios cuando haga falta, en aras de la solidaridad.


¿Qué confiesa y reconoce?

GS, en los Números 21, 33, 40 al 44 y 59, hace una clara confesión de sus límites, no sólo por su realidad terrenal, sino a veces también del mismo Evangelio, que no pretende imponerse influyendo en las legislaciones civiles por unas presiones de poder a poder, sino por la difusión de los valores evangélicos en toda la Sociedad; valores profundamente humanos, por lo que ha de difundir y enseñar a todos los hombres de buena voluntad sus valores y sus argumentos en los dos campos (propiedad privada y armamentismo), sin limitarse a dejar constancia de ello en un documento para luego olvidarse de ellos, como pudo pasar con muchas enseñanzas sociales. Ha de crear opinión pública hasta conseguir que una mayoría de personas, creyentes o no, acepte esos valores. Ése sería el camino para implantarlos en la Sociedad, agradeciendo, además, los aportes venidos de fuera.


Tarea inacabada

Recordamos lo señalado por Paulo VI al clausurar el Concilio: «Una inmensa simpatía lo ha penetrado todo. El descubrimiento de las necesidades humanas… ha absorbido la atención de nuestro Sínodo». Asumiendo que esa orientación no ha «desviado» la mente de la Iglesia por caminos ajenos a su Misión, sino que la ha «vuelto» a su verdadero camino (GS, 8 y 14). Palabras que contrastan con la sensación actual de que una notable antipatía lo está invadiendo todo en las relaciones Iglesia-Mundo, y que la institución eclesial ha apartado la mirada de los hombres para volverla hacia sí misma.

Es, pues, tarea que corresponde a todos, el renovar desde la Fe y la GS para volver a la mentalidad y los criterios de Cristo Jesús y su Evangelio (Cf. Fil 2,5).


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