Todos, llamados a la santidad
Eduardo Flores de la Torre, 3º de Filosofía
Se considera santos a aquellos hombres y mujeres que fueron fieles y testigos del Amor de Dios, quienes practicaban la Fe en sus obras, vivían lo que decían y decían lo que vivían. Fueron personas como nosotros, con errores, con virtudes, pero que lucharon por perseverar en la Gracia, en la oración, en la contemplación, en el servicio, en la humildad. Cada Santo fue especialista en una virtud, con la que brillaba en el mundo como luz de lámpara en medio de las tinieblas y alumbraba todo su entorno. Son Santos y Santas de Dios porque fueron seguidores fieles de Aquél que es Grande; ellos amaron porque se sintieron amados primero. Son Santos por Aquél que es el Santísimo y ahora están ya en su presencia, junto con los Ángeles del Cielo. Es por eso que pedimos su intercesión, porque queremos imitar su ejemplo, porque queremos estar, como ellos, en la Gloria contemplando a Dios cuando llegue nuestra hora.
El mayor anhelo del hombre
Todos los seres humanos vivimos por amor, por Aquél que nos creó y nos mantiene en vida. Es por eso que estamos llamados a amar, a ser felices, ¡a ser santos! No puede encontrarse la verdadera felicidad sólo en las cosas materiales, porque todo eso algún día se acabará. Tampoco podemos encontrarla en alguna otra persona, pues estamos hechos del mismo barro, y muchas veces fallamos porque somos imperfectos. De ahí que buscamos a Alguien que no nos falle, que nos ame siempre; procuramos un camino que nos conduzca a la Verdad, para vivir en plenitud. En pocas palabras, podemos decir como San Agustín: “Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón estará inquieto, hasta que descanse en Ti”.
¿Quién puede ser santo?
Sabemos que Cristo se entregó por nosotros para santificarnos, y Él es Cabeza de la Iglesia y nosotros somos su Cuerpo. Si Jesús es Santo, entonces todos los que somos miembros de su Cuerpo debemos ser santos, y no por nosotros mismos ni por nuestros méritos, sino por su pura Gracia y don. Es por ello que la santidad es vocación de cada uno de sus miembros y el fin de toda su actividad. Este fin será más grande que el placer, que el tener y que el hacer; así, el placer se convertirá en gozo; lo que se tenga se compartirá, y lo que se haga será por servicio y caridad.
Dios no permanece sordo a este gran deseo y anhelo, pues, por su gran Misericordia, nos ayuda a ser santos. Esto lo expresaba Santa Teresita del Niño Jesús cuando decía: «A la manera como el sol alumbra a la vez el alto cedro y a la florecita, así ilumina el Astro Divino a cada alma en particular, sea grande o pequeña, y todo lo encamina a su Bien, al igual que en la Naturaleza están dispuestas las Estaciones, de manera que a su debido tiempo florezca hasta la más humilde margarita».
Por tanto, todos estamos llamados a ser santos, no sólo por nuestras fuerzas, sino por la Gracia de Dios y el empeño que en ello pongamos.
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