Cristo Rey y sus Mártires
Cardenal Juan Sandoval Íñiguez
Arzobispo Emérito de Guadalajara
El Año Litúrgico, durante el cual celebramos sucesivamente los Misterios de la Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo, termina con la Fiesta de Cristo Rey del Universo, para recordarnos lo que sucederá al final de la Historia de Salvación, o sea, la segunda venida del Señor, en Gloria y Majestad, para juzgar a vivos y muertos, poner fin a la Historia presente, y entregar el Reino al Padre, y en el cual Dios será Todo en todos.
El sentido de la Festividad
La realeza de Cristo es distinta y muy distante de los poderes de este mundo; Cristo no es Rey porque nosotros se lo concedamos, sino por título propio. San Pablo, en su Carta a los Tesalonicenses (1, 12-20) enumera los tres títulos por los cuales Cristo es Rey: primero, porque es Dios, Imagen de Dios invisible; segundo, porque es el Primogénito de toda la Creación, pues por Él y para Él fueron hechas todas las cosas; y tercero, porque es también la Cabeza de la Iglesia, que adquirió con su propia sangre.
Su Reino no tiene límites ni de espacio ni de tiempo; es eterno y universal, y se realiza, ante todo, en el corazón del que cree y ama, y desde el corazón del hombre se extiende a la Sociedad este Reino de la verdad, de la justicia, de la vida, del amor y de la paz. “Mi Reino no es de este mundo”, le dijo Jesús a Poncio Pilatos, y quien quiera participar de este Reino debe confesar con Fe verdadera a Cristo como Rey y pedir su Misericordia, como lo hizo Dimas, el buen ladrón, desde la Cruz, al que Cristo le prometió que ese día estaría con Él en el Paraíso.
Especial relieve entre nosotros
La Fiesta de Cristo Rey es muy sentida por el pueblo de México y entrelazada en su Historia en los momentos más difíciles y gloriosos. Fue establecida para la Iglesia Universal por el Papa Pío XI en los años veintes del siglo pasado, en vísperas de la persecución y el martirio. Por eso se explica que estuviera en los labios de nuestros Mártires al momento de entregar la vida, al grito de “¡Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe!”
Y no es casualidad que la Beatificación de Anacleto González Flores y 12 Compañeros Mártires haya tenido lugar el 20 de noviembre de 2005 por mandato del Papa Benedicto XVI, precisamente en la Fiesta de Cristo Rey, celebrada ese mismo día. Fue un acontecimiento inolvidable de Fe y entusiasmo en el Estadio Jalisco, repleto de fieles, y sin que faltara una señal del cielo que todos pudimos ver: el rojo intenso de las nubes sobre el Estadio, como para recordar el rojo de la sangre de los Mártires derramada por confesar a Cristo Rey.
Modelos y mediadores
Es necesario recoger su testimonio para que nos sirva de ejemplo. La Congregación para las Causas de los Santos dice, acerca del martirio de Anacleto y compañeros: “Ellos se cuentan entre aquellos que, a través de los siglos, brillaron por la firmeza con que profesaron su Fe en medio de las persecuciones. Vivieron con constancia sus deberes cristianos y participaron activamente en la vida de la Iglesia y de la Sociedad”. Necesitamos Santos Laicos que sirvan de ejemplo a los cristianos Laicos que viven en el mundo y deben ser luz y fermento de la Sociedad. Una de las tareas pendientes de la Pastoral actual de la Iglesia es la formación de líderes cristianos que anuncien a Cristo en los areópagos modernos y promuevan el Reino de Dios en la Sociedad.
A su vez, estos Mártires nuestros, el Beato Anacleto González Flores y Compañeros, requieren de nosotros, de que los invoquemos como intercesores en nuestras necesidades, para que Dios por su mediación, realice el milagro, único requisito que hace falta para obtener su Canonización, y así, proclamados Santos de la Iglesia Universal, sean ejemplo, motivo de veneración y de intercesión de todos los creyentes.
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