Querida Lupita:
Me he acercado a la Iglesia porque sentí que me hacía falta fortalecer mi relación con Dios. Quise relacionarme con Él de una forma muy personal, pero me di cuenta de que puedo equivocarme de muchas maneras. Sin embargo, no me gusta escuchar hablar del Infierno y del Demonio. Creo que ésta es una forma inadecuada de impulsar la buena conducta, pues los que escuchan hablar de esos temas tienden a pensar que se trata de asuntos llenos de fanatismo, mentira y manipulación. Y, por otra parte, quienes los predican alejan a las personas en lugar de acercarlas a vivir una Fe más madura. Creo que parte de la Nueva Evangelización consiste en hablar del Cielo y del Amor de Dios y su Misericordia. ¿Por qué hablar de lo que nos infunde temor?
Joaquín B.
Hermano mío:
Los que no quieren escuchar la Verdad, se pierden en la mentira. En el libro titulado “Ateísmo desesperado”, aparece la siguiente frase: El Diablo no quiere un mundo sin cristianismo, sino un cristianismo sin Dios, con hombres que se crean autosuficientes.
Nuestra cultura light quiere quitar la sustancia esencial de las cosas y hacernos felices con las superficialidades. Una fe a nuestra medida resulta atractiva, y de ahí se deriva el auge de la espiritualidad de la Nueva Era, que no exige nada y pone sensaciones agradables a nuestro alcance.
La Luz de la Fe auténtica se opone radicalmente a estas comodidades. Cristo habla contundente acerca de los así llamados “Novísimos”: Muerte, Juicio, Infierno y Gloria. Durante las Lecturas de las Misas en este período final del año litúrgico, estaremos escuchando la Palabra que nos confirma la Doctrina de la Resurrección. Los seres humanos estamos hechos para la eternidad. La muerte ha entrado por el pecado, y Cristo ha venido a liberarnos de ella. Él pide nuestra libre respuesta asintiendo a su llamado de amor y santidad. No nos creó para pasarla bien, sino para imitarlo y aceptar en todo momento hacer la Voluntad del Padre.
Ciertamente es mucho más agradable al oído la escucha de la Buena Nueva, pero nuestro Dios nos revela una Verdad completa que mal hacemos en desoír. Había un lugar en Jerusalén en donde se llevaban a cabo cremaciones de desperdicios y cuerpos, que se denominaba la “Gehenna”. Este término es usado por el propio Jesucristo cuando nos habla de que hay un Juicio y un veredicto al final de nuestra vida terrena.
“No teman a los que matan el cuerpo…teman, más bien, a aquél que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna” (Mt. 10,28).
“Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios, que con los dos ser arrojado en la gehenna” (Mc. 9, 47).
La realidad del Infierno y la existencia del Diablo son verdades reveladas por Dios. Él no miente. “Entonces dirá también a los de su izquierda: ‘Apártense de Mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el Diablo y sus ángeles’” (Mt. 25,41).
Desde luego que hay un Cielo que nos espera, pero no vivamos una fe light que no nos pide esfuerzo para permanecer en una vida de Gracia. “Mantente fiel hasta la muerte, y te daré la corona de la vida” (Ap. 2,10).
¿Qué implicaciones tiene en nuestra vida práctica este llamado a mantenernos fieles? Seamos la mejor versión de nosotros mismos, cultivemos las virtudes y huyamos de los vicios; tratemos a los demás como queremos ser tratados nosotros; practiquemos las obras de misericordia corporales y espirituales; hagamos el Bien y evitemos el Mal.
Sabemos que en nuestra relación con Dios, Él manda. Así pues, si nosotros aceptamos su Señorío, ¡ganaremos!
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