Aprendiendo a condolerse
Mario Alejandro Lozano García,
3º de Teología
El Seminario Diocesano de Señor San José, dentro de sus diversas actividades pastorales, se ha destacado por su laboriosa entrega en lo correspondiente a la Pastoral de la Salud. En ella, el seminarista mayor tiene la oportunidad de contemplar el rostro amoroso de Dios en aquél que experimenta el dolor.
Estuve enfermo,y me visitaste…
Como parte de las Obras de Misericordia que Jesús señala en su discurso (en base a Mt 25, 31-46) se incluye la de acompañar a quienes, postrados o impedidos, sufren padecimientos. En el fondo, Jesucristo nos invita a ser signos visibles de su Amor ante aquellos hombres y mujeres que están experimentando alguna dolencia o carencia física. Ante esta realidad, podemos observar con mucha claridad a tantas personas que son abandonadas en la soledad del sufrimiento y del dolor, y que a menudo se sienten desamparadas ante tales circunstancias. En este contexto, el seminarista es enviado por Dios para ser signo de esperanza y de consuelo para aquellos que resienten dichas limitaciones.
Por otro lado, el trabajo del seminarista en la Pastoral de la Salud no solamente se reduce a la atención a los enfermos, sino que involucra también a los familiares y amigos de los mismos, que tan frecuentemente se ven agobiados, tanto en lo físico y material como en lo psicológico, al enfrentar la experiencia de la enfermedad que les aqueja.
Además, el trabajo pastoral en el Área de la Salud implica, por convicción y complementariedad, el trato amable y caritativo que el seminarista ha de tener hacia el Personal médico que labora en distintos espacios del sector sanitario.
Caricia de Dios para nuestros hermanos enfermos
El Seminario de Guadalajara, en su servicio en la Pastoral de la Salud, se ha convencido seriamente de la importancia de manifestar un rostro esperanzador y de amor hacia aquellos que padecen la enfermedad. Ciertamente, en repetidas ocasiones nos damos cuenta de que un mensaje de aliento no puede ser comprendido a cabalidad por el paciente, debido a la magnitud del dolor que está viviendo; pero el testimonio, la disposición de escucha de parte del seminarista, surten mayor efecto positivo que cualquier palabra que pueda decírsele al hermano que sufre. Es así que uno se convierte en “caricia de Dios” ante aquellos que están relegados en postración.
Ahora bien, cabe aclarar que el enfermo no solamente experimenta esa “caricia de Dios”, sino que el seminarista, durante el encuentro con el paciente, también atestigua y contempla el rostro sufriente de Dios, y esto sirve como motivación en el proceso vocacional y formativo en orden hacia el sacerdocio ministerial.
Que el Señor bendiga este trabajo pastoral que realizan los alumnos del Seminario, e invito a todos los lectores de Semanario a que sigan orando a Dios para que esta labor apostólica dé los frutos que tanto se esperan y se necesitan.
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