jueves, 28 de noviembre de 2013

Adviento: aprender a vivir de cara a Dios

El Advenimiento

Tiempo de esperanza en una nueva vida


Ya huele a Navidad y comienzan los preparativos; el primer indicio es el inicio del Adviento, que es un tiempo de preparación en el que tenemos que estar vigilantes a la venida de Nuestro Señor.


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Dulce Natalia Romero Cruz


El Adviento es un lapso especial de preparación que la Iglesia nos propone para que podamos disponernos espiritualmente a celebrar el Nacimiento del Hijo de Dios. Podemos decir que es una espera vigilante de la presencia del Señor Jesús, pues éste es uno de los primeros elementos del significado del Adviento: la llegada del Salvador en nuestra naturaleza humana para darnos la Salvación.

Esta espera vigilante, que en latín se dice Adventus Domini, significa la llegada del Señor. A este propósito, encontramos una antigua tradición que se remonta al Siglo IV, que es la primera que nos habla de una preparación espiritual que la Iglesia disponía para esperar el Nacimiento del Mesías prometido.


A través de la Historia

en esperaAnteriormente ya existían pautas de preparación espiritual para el Adviento. En la Iglesia de Galia y de Hispania (hoy Francia y España) se proponía estar preparado bajo tres características especiales: estado de espera vigilante, arrepentimiento, perdón y alegría. Puede decirse que éstos son los tres movimientos espirituales del Adviento, porque para esperar la llegada Jesús necesitamos disponer dignamente nuestro corazón y enderezar los caminos hacia Dios. A esto se refiriere al arrepentimiento, que es la primera disposición. Luego, el perdón que el Señor nos concede está en la entrega misma que nos hace de su Hijo, para que nazca:

“Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna” (Juan 3, 14).

Y, finalmente, llega la exultación, el gozo, la alegría por el regalo que nos otorga Dios nuestro Padre en su Hijo Jesucristo.

Éstas eran, pues, las tres notas especiales que ya se procuraban en la experiencia del Siglo IV en la Iglesia de Galia e Hispania. Incluso se hablaba de que estas disposiciones de preparación espiritual tenían una procedencia más antigua, pues databan desde los tiempos de San Hilario de Poitiers, Obispo francés, quien ya mencionaba estas prácticas ascéticas y de penitencia para prepararse al Nacimiento del Hijo de Dios.

Y, por otra parte, cabe mencionar también que en la práctica de la Iglesia de Galia se vinculaba la preparación al Nacimiento del Hijo de Dios con un motivo especial, que era en la Epifanía; es decir, la Presentación de Cristo a los Reyes de Oriente, porque se realizaban en este tiempo prácticas para recibir el Sacramento del Bautismo. De esta manera, se unía el Nacimiento del Hijo de Dios con el nacimiento de los nuevos cristianos a través de ese Sacramento.

Volviendo a las fuentes de esta tradición histórica, hoy podemos llevarla adelante viviendo ese arrepentimiento, ese perdón y esa alegría como actos preparatorios para el Natalicio de Jesucristo.


El propósito de ser mejores
Así pues, como cristianos nos corresponde, en primer lugar, hacer un examen de conciencia, porque a través de éste llegamos al reconocimiento de nuestras faltas. Después, tenemos que pedirle al Señor el arrepentimiento de nuestros pecados, para que nuestro corazón, donde va a nacer el Niño Jesús, sea un limpio espacio, bien dispuesto a través de la Confesión y el Sacramento de la Comunión. Pero también debemos hacer los propósitos de iniciar una nueva vida, de cambiar, de restituir, de ir mejorando en nuestros caminos y de llevar a la práctica las virtudes, para, de esa manera, renacer espiritualmente, y esperar el Nacimiento de Cristo, con el corazón limpio y renovado.



El Adviento


Se inicia con las Vísperas del domingo más cercano al 30 de noviembre, y termina antes de las Vísperas de la Natividad de Jesús. Los domingos de este tiempo se llaman 1°, 2°, 3° y 4° de Adviento. Los días del 16 al 24 de diciembre (la Novena de Navidad) tienden a preparar más específicamente las fiestas navideñas.

Fuente: www.aciprensa.com.



El cumplimiento de las promesas

La espera, en la Historia de la Salvación


EXILIO


Dulce Natalia Romero Cruz


El primer dato histórico que se sabe en las Sagradas Escrituras sobre la “espera” de una vida nueva y de un Redentor, es en el momento en que el pueblo de Israel fue desterrado de Babilonia por el Rey Nabucodonosor II, quien lo deportó y lo mandó al exilio a tierras extranjeras, en el año 607 A.C.

“Como fueron pasando los tiempos en aquella época, el pueblo israelí ya no tenía Rey, porque el último, Sedecías (598-587 A.C.), había muerto y con él se habían destruido el Templo y las tradiciones. Tampoco había Profetas ni Sacerdotes, según explicó el Presbítero Juan Eduardo Vargas Flores, Biblista y Catedrático del Seminario Diocesano Mayor de Guadalajara: “Por lo tanto, el pueblo escogido se sentía triste y estaba completamente desolado, aunque mantenía la ‘espera’ de que Dios les mandara un Rey. También decían que esperaban al ‘Mesías’, el ungido”.


Un nuevo rumbo

“Así, Israel mantuvo el firme anhelo de que Dios mandaría al Mesías para hacerlos volver a su tierra, de la que los había sacado Nabucodonosor II, y justamente esa ilusión pareció cumplirse cuando llegó Ciro, Rey de Persia, en el año 537. Éste los hizo volver a Jerusalén, pero sin lograr reconstruirse el Reino de Israel, porque después de que los persas los dominaron, vinieron los griegos, y posteriormente fueros sojuzgados por los romanos, por lo que se dieron cuenta de que la figura de ‘Mesías’ o de Rey no iba a ser una persona concreta, sino alguien que trajera una esperanza más alta y espiritual. Por lo tanto, Israel se mantuvo en un estado de espera de la intervención divina, de la presencia misma de Dios, que vendría a salvarlos. De esta manera, se fue animando la llegada del ‘Mesías, el Enviado de Yahvé’, que se concretó finalmente en la figura de Nuestro Señor Jesucristo”.


Los Profetas

profeta-Isaias“Isaías, hijo de Amós, advirtió lo que habría de suceder en días futuros, cuando en la casa de Yahvé se hablaría de un personaje que se erigiría como Juez entre las naciones y que cambiaría la guerra por la paz. Más adelante habló del ‘Retoño de Jessé’, que habría de brotar de sus raíces:

“Un retoño brota del tronco de Jessé, un germen de sus raíces. Sobre él se posa el Espíritu del Señor: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y de piedad, espíritu de temor del Señor” (Isaías 11, 1-11).

“Es la esperanza de la llegada del Enviado de Dios que la Biblia nos presenta. Y lo más maravilloso -prosiguió diciendo el Padre Eduardo Vargas- es que ese Enviado de Dios se identifica con Él mismo, porque es Dios Nuestro Salvador el que viene, según lo afirma el mismo Isaías en el Capítulo 35, donde habla de la gran verdad de la esperanza de que viene Dios a su pueblo. También hay otro texto profético que señala que Dios nacerá en Belén; lo predice Miqueas, y fortalece lo que ya se sabía de la venida del Mesías y del nacimiento del Rey.

“Aquí llega la identificación de la esperanza con la Persona del Hijo de Dios, que es Nuestro Señor Jesucristo. San Lucas, en el Capítulo I de su Evangelio, menciona que, cuando nació Cristo, las profecías de Simeón y Ana, que estudiaban las Escrituras, iban a cumplirse. Zacarías también nos asegura que la esperanza del Pueblo de Israel se cumple en el Nacimiento del Señor Jesús, quien viene para liberar y dar la Salvación, para manifestar la Misericordia y liberarnos de la opresión, para conceder el resplandor de su Gracia en la Santa Alianza y liberar a Israel y sus descendientes.

“En todas estas citas podemos encontrar la identificación del personaje antiguo, que es el Mesías en la Historia de Israel, y que llega a su cumplimento en Jesús, el Nuevo Testamento”.


Otras venidas

El Padre Vargas Flores, postgraduado en Sagradas Escrituras, refirió que este período del Adviento poco a poco adquirió otro simbolismo más, no sólo en la carne, sino el de una segunda venida, en el Juicio Final. “El señor Jesús viene en la Misericordia, en la Gracia y en el Júbilo cuando nace como Niño Dios, pero la Iglesia espera una segunda llegada del Señor, a la cual le llamamos la Parusía, y en la que vendrá lleno de Gloria después de estar en el Trono de su Padre, para el Juicio Universal.

“El pueblo de Israel también esperaba ese Juicio y le llamaba ‘El día de Yahvé’, que era el día por el que guardaban respeto y temor, pues sabían que habría grande estruendo.

“Ante esto, debemos de estar en constante vigilancia, preparación, esperanza, arrepentimiento, pero teniendo, a la vez, confianza en la Misericordia Divina, a fin de poder alcanzar la alegría final, porque hemos sido perdonados”, concluyó el Sacerdote, también Vicario Parroquial de Nuestra Señora de Guadalupe, en el Fraccionamiento Jardines Universidad, de Zapopan.



Algunas citas de consulta


Con la llegada de Cristo, se cumplen las Profecías de:

Isaías 2, 1-5; 11, 1-12; 35

Miqueas 5, 1-4

Joel 2, 1-11

Lucas 1, 68.



El Adviento: ¡Tiempo de espera!


¿De esperar qué?; ¿regalos, abrazos, a Santa Claus, al Niñito Jesús?; ¿a quién?


Luces navideñas


Pbro. José Arturo Cruz Gutiérrez

Vicaría de Pastoral


Nos diste al Esperado de los tiempos, mil veces prometido a los Profetas, y nosotros, de nuevo, deseamos que vuelva a repetirnos sus promesas.

Comenzamos el Año Litúrgico 2014 (Ciclo A) con el tiempo del Adviento. Hoy sí que ya “nos hicimos bolas”. Hoy sí que estamos como la barquilla en el mar que perdió el horizonte, perdió brújula, perdió su orientación.


¿Para qué fue hecho el Adviento? ¿Cuál el fin de celebrar el Adviento?
El único y exclusivo fin del Adviento, fue para esperar al MESIAS, al EMMANUEL, al DIOS CON NOSOTROS. ¿Y nosotros estamos cumpliendo con esta espera? ¿Será que decimos: “Es que todo está cambiando, es que el mundo cambia, es que Dios todo nos cambia?”

Y andamos buscando a quién echarle la culpa, cuando la culpa única y exclusivamente es de nosotros que hemos permitido que se vayan cambiando las cosas.

Cuando decimos: “Es que las cosas van cambiando”, ¿no será, más bien, que nos van cambiando? No busquemos culpables, no volteemos hacia fuera para culpar a alguien. Volteemos más bien hacia ADENTRO y reconozcamos que la culpa es nuestra. Que a esta Sociedad en la que vivimos no le interesamos; a ella le importa lo que podamos invertirle, lo que podamos aportarle. Pero, fuera de ahí, no le interesamos. Hace una mescolanza de emociones, sentimientos, carencias, y “nos trae del tingo al tango”. No hay claridad en sus objetivos, en sus metas. Andamos como veletas movidas por el viento, y lo peor es que lo permitimos.


¿Cómo vivir el Adviento?

Lo bueno es que un gran sector de la Sociedad no se ha dejado llevar por este afán mercantil y de compra-venta de la Navidad.

Es sano y deseable cambiar el sentido del Adviento intentando ser fieles a las normas y preceptos que la Iglesia nos invita a vivir. Ante todo, tener un corazón dispuesto a esperar al Niño Jesús. Esperarlo como lo hicieron los Profetas, pero muy en especial la Santísima Virgen María, con un espíritu pobre, con humilde corazón, en un ambiente de oración, de calidez espiritual, con una mente puesta en las promesas que Dios daba a todo el que lo esperaba. Así debemos aguardarlo.

No se ama lo que no se conoce. Y, si no lo conocemos, ¿cómo vamos a amarlo? Creo que reina un gran desconocimiento en nuestros ambientes, y por eso no hay felicidad, no hay paz, alegría, contento en nuestras Navidades. Hay alegría momentánea, pero luego se esfuma, es como rocío matinal que luego se evapora, o como cisterna agrietada en la que todo se desvanece.

La Navidad es para quedarse en nuestros corazones, no para irse. Es por eso que no crecemos, no maduramos, no avanzamos en nuestro deseo de ser cada día mejores, porque no hay bases sólidas que fundamenten una vida cristiana auténtica, cuyos signos del Reino sean una realidad en nuestras vidas.


Propósitos a cumplir

Nuestro compromiso será: a) Conocer el significado del Adviento. b) No cambiar el contenido ni el significado del Adviento. c) No convertir el Adviento en algo meramente comercial. d) Vivirlo en un ambiente de recogimiento, de oración y de espera en las promesas que Dios ha hecho a la Humanidad. e) Difundir a otros el verdadero Mensaje del Adviento y en no tergiversar su contenido. f) Y, por último, por favor, ¡que se hable del festejado y no de los festejantes! Que al Niño Jesús, a la Sagrada Familia, se les rece, se les cante, se les dé gracias, y que busquemos, como familia, qué regalo le vamos a ofrecer y cumplir.


La unión y la comunicación

Prácticas que unen y fortalecen la Fe


La oración en familia siempre es relevante e importante, pero la Iglesia principalmente la sugiere en los tiempos litúrgicos fuertes. En Adviento, período de Esperanza, se intensifica, para que cada uno de los miembros del hogar tenga como prioridad que el Hijo de Dios nazca en su corazón


Nacimiento


Dulce Natalia Romero Cruz


En la familia, este tiempo de Adviento, de esperar la “venida del Señor”, puede concretarse en hacer un examen de conciencia y en que cada quien se pregunte cómo está haciendo las cosas. El padre de familia puede reflexionar sobre su ser papá y esposo, buscando, a la vez, actitudes de vida nueva en la cercanía con sus hijos, en el respeto hacia su esposa, en la fidelidad, en el diálogo, en la comprensión, en la paciencia, en la comunicación y en la unidad como familia. La madre, por su parte, puede hacerlo respecto a sus actividades diarias, pensar en ser más comprensiva y en buscar permanecer en constate comunicación con sus hijos, en procurar la unidad familiar, porque ella es un vínculo muy importante, y con su ayuda puede concretarse el nacimiento de una nueva familia.

Los hijos pueden sugerir y emprender caminos de arrepentimiento con la obediencia, con la confianza; aceptando que los padres les corrigen para mejorar. También debe haber acercamiento entre hermanos para que vivan en armonía compartiendo, platicando, apoyándose mutuamente, sin rencores ni críticas destructivas.

Se necesitan, pues, familias nuevas en Cristo, con lo que Él nos enseña. Para esto, debe intensificarse la oración, a fin de lograr la unidad de la familia y el remedio de sus necesidades, principalmente cuando se pasa por situaciones de tristeza, soledad o conflictos personales, de trabajo, de escuela o de relaciones interpersonales.


Cómo compartir nuestra Fe

Una de las tradiciones cada vez más arraigadas en esta temporada del año y que sirve para fomentar la oración en familia es, sin duda, la Corona de Adviento, costumbre europea de origen pagano, que consistía en encender velas durante el Invierno en representación del dios sol, pidiéndole que regresara con su luz y calor. Mas, los primeros Misioneros instauraron la costumbre en estas tierras, al evangelizar a los nativos.

Dicha Corona está formada por diversos elementos simbólicos:

Su forma circular quiere decir que no tiene principio ni fin. Es señal del Amor de Dios, que es eterno, y del amor que debemos tener a Dios y al prójimo.

Las ramas verdes tienen su sentido porque el verde es el color de la Esperanza y de la Vida. Dios quiere que esperemos su Gracia, el perdón de los pecados y la Gloria eterna al final de nuestras vidas.

Las cuatro velas simbolizan la oscuridad provocada por el pecado, que ciega al individuo y lo aleja de Dios. Después de la primera caída del hombre, Dios fue dando, poco a poco, una Esperanza de Salvación que iluminó todo el Universo, como las velas a la Corona. Las cuatro velas se van encendiendo una a una durante los cuatro Domingos de Adviento que preceden a la Navidad, haciendo cada vez una oración en familia. Se acostumbra usar velas de diferentes colores: morado, rojo, rosa y blanco. Hay quienes acostumbran poner tres velas moradas y una de color rosa o blanca. Se encienden primero las moradas, que nos recuerdan que es tiempo de penitencia, de conversión. La blanca o rosa significa la alegría por la llegada de Jesucristo.

Las manzanas rojas que adornan la corona representan el fruto del jardín del Edén con el que Adán y Eva trajeron el pecado al mundo. Pero también trajeron la promesa del más grande: el Salvador.

El listón rojo es símbolo de nuestro amor a Dios y del Amor de Dios, que nos envuelve.



Propuestas para vivir el Adviento en casa:


A) Poner un Nacimiento, Belén o Pesebre: Con esta tradición se prepara un pesebre para que el Niño Dios nazca. El nacimiento tiene que representar, a través de figuras, a los personajes principales: María, José, el Niño Jesús (que se coloca el 24 de diciembre), así como los tres Reyes Magos, un Ángel y los animales. Si en la colocación del nacimiento colabora toda la familia, se fortalecerá la sana convivencia y la transmisión de la Fe.

B) Vitral del Nacimiento: Si hay niños pequeños en casa, se sugiere impulsarlos a hacer una buena obra cada día y hacer un dibujo en el que se represente el Nacimiento e ir coloreando alguna parte de éste cada vez que lleven a cabo una obra buena, hasta la Navidad.

C) Calendario Tradicional de Adviento: Esta actividad consiste en hacer un Calendario de Adviento, en donde se marquen los días del Adviento y se escriban los propósitos a cumplir, para llegar con un corazón bien dispuesto al Nacimiento del Señor.

Se sugieren, por ejemplo, estos propósitos:

1. Ayudar en casa en aquello que más me cueste trabajo.

2. Rezar en familia por la paz del mundo.

3. Ofrecer mi día por los niños que no tienen papás ni una casa dónde vivir.

4. Ayudar a mis hermanos en algo que necesiten y no pelear con ellos.

5. Ofrecer un sacrificio por la santidad de los Sacerdotes.

6. Orar por el Papa.

7. Dar gracias a Dios por todo lo que me ha dado.

8. Ofrecer una comunión espiritual a Jesús por los que no lo conocen.

9. Donar un juguete, ropa o una despensa a quien lo necesite.

10. Imitar a Jesús en su perdón.

11. Pedir por los que tienen hambre.

12. Rezar un Ave María para pedir por la paz.


Fuente: es.catholic.net.



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