Juan López Vergara
Hoy celebramos la terminación del Año Litúrgico con la Fiesta de Nuestro Señor Jesucristo: Rey del Universo. El Santo Evangelio que nuestra Madre Iglesia nos ofrece, manifiesta el hondo misterio salvador de la Cruz del Señor Jesús, invitándonos a reconocer su realeza, justo en el momento en que lo vemos como un hombre humillado, abatido, crucificado y muerto (Lc 23, 35-43).
Diversas reacciones suscitadas por la Crucifixión
El Evangelista, con destreza, explaya en su relato las diferentes reacciones que provocó la Crucifixión de Jesús:
Las Autoridades, haciendo muecas, lo desafían: “A otros ha salvado; que se salve a Sí mismo si Él es el Mesías de Dios, el elegido” (v. 35).
Los esbirros, igualmente, en son de burla, lo increpan: “Si eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo” (vv. 36-37).
De entre los malhechores que compartían la misma condena, uno lo insulta: “Si eres el Mesías, sálvate a ti mismo y a nosotros” (v. 39); el otro, por el contrario, defiende a Jesús, respondiendo: “¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Nosotros justamente recibimos el pago de lo que hicimos, pero Éste ningún mal ha hecho” (vv. 40-41).
Éste es el Rey de los judíos
El Evangelista tiene especial cuidado en reseñar que todo ello sucedió a la vista del pueblo y bajo un letrero escrito en tres idiomas, que nos exige vislumbrar la enorme paradoja que entraña nuestra Fe cristiana: “Éste es el Rey de los judíos” (v. 38). ¿Acaso no es la Muerte en Cruz, de Jesús, la gran prueba de la Fe? Al menos así lo experimentó San Pablo: “Nosotros predicamos a un Cristo Crucificado: escándalo para los judíos, locura para los gentiles” (I Co 1, 23).
Hoy estarás conmigo en el Paraíso
El buen malhechor, no sin antes haber aceptado humildemente su culpa, orientando su mirada hacia Jesús y reconociéndolo como el Enviado de Dios, como su Rey, le rogaba: “Señor, cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mí” (v. 42). El malhechor arrepentido cifra su esperanza en Jesús. ¡Mirada sorprendente del buen malhechor!
Jesús, por su parte, fiel a su más profunda vocación, en la propia Cruz muestra su inquebrantable actitud de servicio al abrirle las puertas al pecador arrepentido: “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso” (v. 43).
Jesucristo ofrece su vida como ejemplo y proyecto a quienes anhelamos seguirlo. Benedicto XVI, en un libro precioso, nos invita a reflexionar en el profundo significado de la vida del Señor Jesús: “El servir es la verdadera forma de reinar y nos deja presentir algo de cómo Dios es Señor, del ‘reinado de Dios’. En la Pasión y en la Muerte, la Vida del Hijo del hombre se convierte también en ‘pro-existencia’ (existir para los demás); se convierte en Liberador y Salvador para ‘todos’” (Jesús de Nazareth, Pág. 385).
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