jueves, 14 de noviembre de 2013

A difundir el mensaje de amor y perdón

Cardenal José Francisco Robles Ortega,

Arzobispo de Guadalajara


Amigos, amigas:


Dios se hizo verdadero hombre para buscar y salvar todo lo que se ha perdido. Veamos todos los hermosos mensajes que nos ha dejado. Todos ellos son historias para revivirlas, y cada uno de nosotros podemos hacer que se repitan en los que nos toca, en lo que nos afecta ¿Qué se necesita para que estas historias de Amor y de Salvación se repitan? Se requiere que cada uno tengamos un sincero deseo de conocer a Jesús, más allá de lo que ha sido nuestra vida, de los pecados y maldades que hemos cometido; más allá de nuestra historia. Para ello, lo único que se necesita es que este deseo sea sincero. Así, Cristo Nuestro Señor nos pedirá que lo recibamos en nuestro interior, no para condenarnos, sino para darnos otra misión.

Cuando estamos envueltos en la maldad y en el pecado, no nos percatamos de la grandeza, de la dignidad que tienen los demás. Sólo Jesucristo nuestro Señor nos restituye esta acción y nos da el verdadero sentido de nuestra existencia y el verdadero motivo de nuestra alegría. Cristo es nuestro Salvador, que no vino para condenarnos, vino para redimir todo lo que se ha perdido.

En cada Celebración Eucarística, Cristo sale a nuestro encuentro, quiere hospedarse, estar en nuestro más íntimo ser, estar con nosotros para salvarnos, para devolvernos la paz y la auténtica felicidad. ¿Y de quién depende que se logre esto? Pues de cada uno de nosotros.

Jesús provoca encontrarse con un pecador público para pensar en nuestra misión y en el cumplimiento de evangelizar, pues como Iglesia no debemos descartar, etiquetar ni despreciar a nadie por considerarlo indigno de recibir el Mensaje.

Como Iglesia, Cristo nos enseña que tenemos el deber de ir a todos y a todas para llevarles el Mensaje del Amor y de la Misericordia, sin distinción, como nos lo enseña el Papa Francisco, quien nos pide que debemos evangelizar las periferias, no sólo físicas de una ciudad, por ejemplo, sino también las periferias existenciales; es decir, a todos aquellos sectores que se les considera lejanos de la Iglesia, apartados del Mensaje del Evangelio. A todos esos que se les considera muy lejos de la vida nueva; a ellos hay que ir sin discriminación, sin prejuicios, con respeto a su dignidad y con todo amor.

Qué hermoso Mensaje deja Dios, que se complace de todo, pues aunque puede destruirlo todo, Él aparenta no ver los pecados de los hombres, a fin de darles la oportunidad de arrepentirse.

Con este Mensaje, celebremos el encuentro con Jesucristo vivo, nuestro único Salvador.


Yo los bendigo en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.


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