jueves, 14 de noviembre de 2013

A propósito de la Ley de Libre Convivencia y la homosexualidad

Qué piensan los jóvenes católicos


Thalía Verónica Rangel Sotelo


Ley-Libre-Convivencia-manifestantes-Congreso MILIMA20131031 0569 3[1]En esta ocasión, a propósito de la recientemente aprobada Ley de Libre Convivencia para el Estado de Jalisco, la cual ni crea un nuevo Estado Civil ni autoriza el “matrimonio” homosexual ni permite la adopción, queremos compartir con ustedes algunas reflexiones en torno al tema de la homosexualidad; o sea, la atracción entre personas del mismo sexo, respecto a lo cual hay dos vertientes importantes que nosotros, como jóvenes católicos, podemos valorar; a saber:

Ahondar en la búsqueda de argumentos bien fundamentados para poder defender la naturaleza espiritual, civil y biológica del matrimonio cristiano.

Que las personas con atracción al mismo sexo no sean un sector invisible para la Sociedad, sino reconocer que son seres humanos a los que debemos procurar acercar a la Iglesia, y no excluir.

Ahora bien, contemplar estos dos tópicos, para nada significa que los valores éticos o la institución familiar deban cambiar; al contrario, hoy más que nunca debemos vivirlos en nuestro entorno, atendiendo esa realidad que cómo jóvenes católicos nos concierne, pues, particularmente a propósito de los homosexuales, estoy casi segura de que todos conocemos la existencia, en nuestro entorno, de alguna persona que siente atracción por otra del mismo sexo.

Por eso, insisto, nuestra actitud no debe ser de rechazo o discriminación, sino de acercar a esas personas a Dios, siempre con respeto, e incluso ayudando a nuestros Sacerdotes a reconocer la importancia de atender a estos individuos, porque, al igual que nosotros, tienen la necesidad de sentirse amados.


¿Qué dice la Iglesia Católica?

Señala que el hombre y la mujer, en el orden de la Creación, están hechos con necesidad de complementarse y para la relación recíproca a través del matrimonio cristiano, para que puedan dar la vida a sus hijos y fundar una familia; por lo tanto, la Iglesia no puede aprobar las prácticas homosexuales (relaciones sexuales). Sin embargo, ni ésta como institución ni sus miembros, los cristianos, podemos negar respeto y amor a todos los hombres, con independencia de su orientación sexual, ya que todos son respetados y amados por Dios, su Creador.

No obstante, Dios llama con frecuencia a Sí, por caminos poco comunes. Una carencia, una pérdida o una herida -aceptada y consentida- pueden convertirse en el trampolín para lanzarse a los brazos de Dios.


No hay que olvidar que…

Volviendo al tema de la aprobación de la Ley de Libre Convivencia, damos a conocer aquí la opinión de Luis Guzmán, integrante de la Organización Cohesión de Diversidades para la Sustentabilidad (Codise), que promueve el matrimonio entre personas del mismo sexo: “A pesar de que (esta Ley) no es lo que nosotros consideramos el logro máximo, nosotros siempre hemos pugnado por el matrimonio igualitario, pero esta Ley da derechos a las parejas la diversidad sexual y es un primer paso que nosotros vimos como reconocimiento de parte del Estado, que ya esas parejas existen, viven juntas y comparten bienestar y alimento”.

Como se puede deducir, las partes impulsoras de esta Ley la han visto como un avance para seguir promoviendo el mal llamado “matrimonio” homosexual.

Mas, así como nos negamos a aprobar una Ley de esta naturaleza, debemos buscar alternativas, soluciones y propuestas para llegar a acuerdos. No sólo se trata de decir: “No, porque es malo”, sino de investigar, argumentar y proponer las mejores opciones a nivel pastoral, jurídico y social para atender y entender la realidad que, como jóvenes católicos nos concierne, a esta clase de personas con diferentes preferencias sexuales.


YOUCAT, 65

No hay ningún hombre sobre la Tierra que no proceda de la unión de un hombre y de una mujer. Por ello, para algunas personas con tendencia homosexual es una experiencia dolorosa no sentirse atraídos eróticamente hacia el otro sexo y tener que echar en falta la fecundidad corporal de su unión, como corresponde en realidad a la naturaleza del hombre y al orden divino de la Creación.


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