Estimada Lupita:
Me encuentro en una situación de tres años intentando superar la infidelidad que cometí. Y lo que me pregunto es: ¿Cómo dejar de amar a la persona con la que cometiste la infidelidad? ¿Cómo decido amar a mi cónyuge si siento que ya no lo amo, aunque es bueno? Se me han quitado ya las ganas de vivir, de orar, de leer la Biblia de amar a mi Dios y mi Dueño.
Suena sencillo pensar que sólo debo decidir olvidar, pero no sé cómo hacerlo. Como puedes ver, estoy hundida en un abismo que yo misma provoqué y que no he podido superar. Ojalá puedas apoyarme.
Ruth.
Querida hermana mía:
En mi Libro “Despierta, mujer dormida”, cito una frase de Simone Weil que dice: “El Mal, imaginado, es divertido; el Mal, vivido, es el Infierno. El Bien, imaginado, es aburrido; el Bien, vivido, ¡es el Cielo!”.
Dices estar hundida en un abismo que tú misma provocaste. Vamos llevando esta realidad al terreno espiritual y digámoslo así: “Estás hundida en un abismo al que te llevó el tentador”. Satanás, el amo de la mentira y la división, te engañó para caer en el adulterio, y ahora que quieres salir, te engaña para evitar que vuelvas a la luz, diciéndote que “no vas a poder levantarte”. Es así como actúa el enemigo de Dios. Satanás existe, y busca apartar a las almas de su destino eterno.
Más que un desafío emocional, estás enfrentando todo un combate espiritual. Parece que tu alma estaba en manos de Dios hasta que tuviste una tentación que no pudiste dominar; caíste en adulterio con toda la fascinación que esto implica, porque el engañador aparece atractivo siempre. Después, vino la verdad y empezaste a vivir las consecuencias. Decidiste estar bien ante Dios y terminar aquella vida a escondidas; sin embargo, has dejado de rezar, de ir a Misa, y tu alma está hoy sin esperanza; caes en depresión. Todo esto es consecuencia natural del pecado.
¡Cómo me gustaría convencerte de que no hay nada más bello y pleno que la vida de Gracia! Lo que vives al atarte a tu amante es una idolatría; la forma en que deseas verlo y estar con él debiera ser la forma en que quisieras ver a Dios: hablar con Él, abrazarte en Él, buscarlo a Él, confiar en Él.
Tú alimentas tu mente. Si cultivas ideas negativas, actuarás negativamente. Si dices: “No amo a mi esposo, sino a mi amante; estoy sufriendo porque no puedo superarlo”, entonces tus conclusiones, sentimientos y acciones serán resultado de ello. Pero, si alimentas tu espíritu y repites una y otra vez: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. Me uní sacramentalmente a mi esposo; existe un vínculo que puso Dios, aunque yo no lo vea. Me he consagrado a un buen hombre y estoy dispuesta a amarlo. Voy a tratarlo con dulzura, lo escucharé, compartiré con él mi vida, haré esto por él porque le encanta”, entonces actuarás y sentirás con orden. ¡Sí puedes!
Lee el libro: “El Combate Espiritual”, de Sálesman, y procura asistir a la próxima Cruzada Matrimonial, del 2 al 4 de agosto.
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