Alegorías guajiras
Luis de la Torre Ruiz
México, D.F.
¿Ya vio usted Supermán, el Hombre de Acero? ¡No se la pierda! Se trata de un súper entretenimiento que maneja de la manera más distraída y envolvente las más profundas ideas sobre la Creación, sobre el Hombre, sobre el Bien y el Mal, así como la necesidad y presencia de un Salvador. Aunque aparece dirigida por Sack Snyder, más bien se trata de un Concejo que maneja maquiavélicamente el argumento al gusto del Gran Hermano.
La idea de un “súper hombre” viene desde Nietzsche, desde antes que hablara Zaratustra. La misma idea se la apropió Walt Whitman en su ‘Canto a mí mismo’: “Yo mismo me celebro y a mí mismo me canto”. Vamos tras el súper hombre, pero en esta versión cinematográfica no se midieron. La película es un coctel con todos los ingredientes experimentados y conocidos por Hollywood para encantar y adormecer a millones de espectadores cautivos. A partir de “La Guerra de las Galaxias”, pasando por “El Señor de los Anillos”, “Harry Potter”, “Las Crónicas de Narnia”, Hobbit y toda esa imaginería fantástica, añadiendo las apariciones de “Batman” y “El Hombre Araña”, la masa de cinéfilos estaba lista para recibir a este “Hombre de Acero”.
Puntual adaptación moderna
Y los productores, tan listos, bien que sabrían aprovechar ese cautiverio. Ahora le darían a la masa todo eso y más, y asentarían su cultura mesiánica e imponente: la Ciudad de Nueva York, como la Ciudad del Mundo, como la Ciudad Gótica, como el Centro de la Tierra y de la Humanidad; el colapso de los rascacielos, como ícono del derrumbe de las Torres Gemelas, para sentirse víctimas y justificar la venganza y la violencia contra los “enemigos”, donde quiera que se encuentren. El duelo a media calle, como en los buenos tiempos del Western, como en “O.K. Corral” o “Tombstone”, pero ahora con la súper tecnología y los efectos increíbles para enfrentar a dos extraterrestres con poderes extraordinarios, que en su electrónica lucha destruyen medio Nueva York.
Un uso de increíbles artilugios tecnológicos y otros tantos momentos críticos para que la Tierra no sea dominada por el Mal, contra el que luchará a muerte el inmortal (e inmoral) Supermán, y para que todo quede en el beso final de la eterna felicidad, proclamada desde siempre por Hollywood.
Fondo engañoso
Todo esto no pasaría de mera diversión, pero el meollo del asunto está en el manejo tendencioso, perverso y sofista que han hecho los productores sobre la idea de un Súper Salvador de la Humanidad. Dios no existe, sino un súper hombre con poderes extraterrestres. Y los responsables tienen el descaro de hacer un paréntesis del todo canalla: Supermán visita a un Sacerdote católico en su Templo. Al fondo se ve un Crucifijo y una imagen religiosa. Intercambian unas palabras. El Súper le da la espalda y se aleja dejando al ministro como tonto.
Es que Supermán tiene otra misión más importante qué hacer. Pero, ¿a qué viene esa escena? Y así habría que cuestionar cada frase, cada manoseo de lo trascendente, que no deja de estar chupando sangre a lo largo de toda la película.
Selecto reparto
Los actores cumplen con su trabajo: Henry Cavill, el Duque de Suffolk, de la Serie “Los Tudor”, ese ponchado galán es el “Hombre de Acero”. Físicamente responde al clisé. No necesita mayor actuación porque de pronto ya está volando por los aires para salvar al mundo de una catástrofe.
Amy Adams, la “Encantada” Giselle, de Disney, esa italiana que interpretara la hermana James en la película “Duda”, es aquí Luisa Lane, la Periodista de “El Planeta”, que cautiva a Supermán y se vuelve la única poseedora de su secreta personalidad como Clark Kent.
Russell Crowe es Jivert, el celoso guardián de la Ley en “Los Miserables”, el mismo “Gladiador” al que de algo le ha de haber servido aquel entrenamiento para enfrentarse en esta película a otro gladiador, pero extraterrestre, obviamente, interpreta a Jor-El, el padre genético de Supermán. Él es el único en Krypton que ayuda en el parto a su esposa Lara a recibir un precioso bebé que cualquier padre amoroso lo llamaría su Supermán. El nombre mismo de Jor-El ya tiene cola: “El”, ¿el que Es?
Michael Shannon, nominado a un Óscar, y la alemana Antje Traue, como el malvado General Zod y la bella pero terrible Faora, son los malos de la película. O sea, que el Mal tiene su atractivo, tanto masculino como femenino.
Kevin Costner, uno de “Los Intocables”, de Eliot Ness, que protagonizara y dirigiera al solitario cazador de búfalos en “Danza con lobos”, la hace aquí de Jonathan Kent, el padre adoptivo de Supermán, en compañía de su esposa Martha, Diane Lane, la atractiva adúltera de “Infiel”, quien ahora aparece en esta película bastante maltratadita. Ellos son los que recogen, de una pequeña nave caída como aerolito del cielo en su patio, sin más destrozos que un gallinero, un recién nacido sin mamila ni pañales. Es el mismísimo Redentor.
O sea, que en cuanto a reparto, se trata de actores de Óscar para arriba, y en cuanto a entretenimiento, es la sublimación más exquisita de la figura de Supermán, que rebasa todas las expectativas. Así que no deje de ver esta superproducción para que aprecie, de pasada, el hambre que hay en el mundo de un Salvador que no sea crucificado.
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