jueves, 4 de julio de 2013

URGE LA REFLEXIÓN Y LA EDUCACIÓN EN LOS JÓVENES

EDITORIAL


¿De qué sirve el asesinato de dos adolescentes?


No podemos pasar por alto este hecho, deplorable en todos los sentidos. No vamos a juzgar ni a suponer cosas que no sabemos con certeza, por qué los mataron. No vamos a condenar ni a salvar sus vidas. No nos corresponde lo primero. No podemos remediar lo segundo. Pero tampoco vamos a dejar de calificarlo como un evento triste y lamentable, no sólo para sus familias, sino para toda la Sociedad local, y para que en otras latitudes también tomen sus previsiones, enseñanzas y consecuencias para operar. A nadie debe dejar indiferente un hecho de tal magnitud, llevado a cabo con tal saña. Se desprenden innumerables consideraciones. Aquí mencionamos sólo algunas:

Los protagonistas fueron adolescentes, motivados por adultos, pero hubo malicia desmedida entre esos menores. Este sector de la Sociedad, quizás es el más vulnerable, el más descuidado, por ser difíciles de tratar, según pretextamos, y porque ellos mismos se hacen los difíciles, buscan una “independencia” en sus vidas. Las víctimas fueron muchachos de 15 años; pero, en general, a esa edad, no sabemos en qué andan metidos, qué hacen, cuáles son sus intenciones, sus proyectos de vida (si los tienen). Es el sector olvidado, porque pasan desapercibidos, quizás ignorados, y porque incluso así lo quieren. Así les conviene, como también a quienes han sabido aprovecharse de ellos, y los han conquistado en sus gustos y en sus gastos, en sus preferencias, haciéndolos esclavos de muchas dependencias.

Hombres y mujeres de estas edades pululan por las plazas. Sin generalizar, pero sí en una alta proporción, nos encontramos con damitas vestidas de tacones altos, ropa ajustada, mucho cigarro, alcohol infaltable, vocabulario reducido y agresivo, con expresiones limitadas y acortadas, tomadas del face.

Hombrecillos con deseos irrefrenables de ropa de marca. Molestos porque les ponen alguna limitación de horario o de recursos. Con la violencia a flor de piel, dispuestos a lo que sea. Sólo hay acciones, no hay pensamiento. Tampoco hay consecuencias; o más bien, no les da tiempo para procesarlas en el cerebro, que es lo primero que se cancela cuando de quedar bien se trata.

La mayoría de los nuevos grupos de la selva de asfalto en que se han convertido las metrópolis, está integrada por adolescentes. Sin una definición vital todavía, navegan entre un cúmulo de incertidumbres. Quieren sentirse adultos y con criterio propio, y no lo son, pues las evidencias demuestran lo contrario: por más que quieran asumirse ‘completos’, las consecuencias son eventos nacidos de personas (los adolescentes) que no se han definido en su carácter, en sus intenciones, en sus preferencias, en sus modos de divertirse, en su manera de pensar, en sus emociones sin mesura en cuanto a las consecuencias de sus actos.

No es una responsabilidad completa de ellos. Fueron adolescentes los que protagonizaron estos lamentables hechos. ¡Cuántos están en el mismo riesgo. Cuántos ya murieron de la misma forma pero no fueron tan mediatizados como éstos. Cuántos más van a morir!

¿Y los adultos? ¿Dónde quedaron los adultos? ¿Los padres de familia? ¿Las Autoridades? ¿Y las generaciones de niños que están a punto de ser adolescentes? ¿Cómo serán? O más bien, ¿cómo están llegando a ser adolescentes? No lo ignoramos, lo sabemos, pero nos cuesta trabajo pensar en que serán otra generación nueva y mejor. Por lo que vemos, seguirán los mismos pasos. ¿Qué hicimos los adultos para que las actuales generaciones de jóvenes y adolescentes estén como están? ¿Hay algo de arrepentimiento o de remordimiento por lo que está pasando? ¿Los adultos no somos culpables de lo que está pasando con los adolescentes? ¿Nada hay qué remediar? ¿No hay conductas qué modificar entre los adultos, los padres de familia y las Autoridades?

Los papás de niños y adolescentes tienen mucho qué hacer y qué vigilar para que las trampas y la malicia del crimen organizado y de otros tantos que quieren aprovecharse de ellos, no los atrapen. O las próximas generaciones serán fallidas, como ya las estamos vislumbrando.


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