Conozcamos mejor nuestra Fe
Es importante, para todo fiel católico, interesarse y familiarizarse con la lectura y el estudio de las Sagradas Escrituras. Es una forma de conocer mejor nuestra Religión y de madurar en la Fe.
Jesús Verdín Cruz
Movimiento Apóstoles de la Palabra
CUESTIONAMIENTO: Los hermanos separados dicen que las Biblias católicas contienen siete Libros de más, que fueron añadidos en el Concilio de Trento, en 1546, y que en ese Concilio la Iglesia Católica quitó tres Libros que aparecían anteriormente en la Biblia católica, versión Vulgata Latina de San Jerónimo; a saber: el Tercero y Cuarto Libros de Esdras, y La oración de Manasés. Señalan que, por lo tanto, la Iglesia Católica le ha añadido, y le ha quitado Libros a la Biblia. Además, aducen que San Jerónimo rechazó siete Libros, que luego la Iglesia añadió, en el Concilio de Trento. ¿Qué podemos contestar a esto?
RESPUESTA: Los Documentos de los Concilios nos dan la pauta. Todo quedó registrado por escrito. En el Sínodo de Roma, del año 382, luego en el Concilio de Hipona del año 393, después en el III Concilio de Cartago del año 397, y posteriormente en el IV Concilio de Cartago, del año 419, aparecen las listas de los Libros de la Biblia, que son 73, con 43 Libros del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento; esto es, la misma cantidad de Libros que tiene actualmente nuestra Biblia.
En 1546, en la sesión cuarta del Concilio de Trento, se confirmó oficialmente la cantidad de Libros reconocidos como parte de la Biblia, que son igualmente 73. Ni uno más, ni uno menos. Los tres Libros que, según los hermanos separados, se aduce que la Iglesia suprimió en el Concilio de Trento, jamás han aparecido en la lista de los Libros aprobados por la Iglesia Católica, en ningún Concilio.
Lo que ocurrió fue que San Jerónimo colocó estos tres Libros como Apéndice en la Biblia Vulgata: el Tercero y Cuarto Libros de Esdras y La oración de Manasés, pero nunca como parte de los 73 aprobados por la Iglesia. Además, San Jerónimo fue obediente a la Iglesia, y aceptó los siete Libros del Antiguo Testamento, que al principio no quería incluir. La Iglesia Católica, en verdad, no ha añadido ni quitado Libros a la Biblia desde que presentó la lista oficial, a fines del Siglo IV.
Dónde los enredos
En cambio, nuestros hermanos separados sí lo han hecho. En 1534, por ejemplo, Martín Lutero tradujo la Biblia al idioma alemán, separó siete Libros del Antiguo Testamento, y los llamó apócrifos. ¿Cómo es posible que la Iglesia Católica le haya añadido siete libros a la Biblia en 1546, como dicen, cuando en 1534 (12 años antes del Concilio de Trento) Lutero había quitado esos mismos siete Libros? Él los suprimió porque ya estaban presentes en las Biblias católicas. Por otra parte, la primera Biblia, impresa por Johannes Gutemberg en 1455, versión Vulgata Latina, casi cien años antes del Concilio de Trento, incluía los 73 Libros de la Biblia católica. Ahora, comparemos la Biblia católica con la Biblia protestante. Veamos cuáles son las diferencias. A la Biblia protestante le faltan los siete Libros que Lutero apartó como apócrifos, y que son los siguientes: Tobías, Judith, Baruc, Sabiduría, Eclesiástico (también llamado Sirácides), 1º y 2º Libros de Los Macabeos. Además, les faltan a sus Biblias seis Capítulos (107 Versículos) del Libro de Esther, y otros tres Capítulos del Libro de Daniel (174 Versículos). Los Libros 1º y 2º de Crónicas, antiguamente se llamaban 1º y 2º Libros de Paralipómenos.
Así pues, la Biblia católica no ha sufrido cambios en la cantidad de Libros, desde que fue aprobada a finales del Siglo IV. Éste es un signo importante que nos dice que Dios no está cambiando de opinión, primero añadiendo y luego quitando Libros a las Sagradas Escrituras. Lo mismo ocurre con la Doctrina fundamental de la Iglesia. Se mantiene sin cambios desde sus comienzos, y es poseedora, a plenitud, de la Verdad en la Palabra de Dios. Lo que Dios revela es para siempre, y siempre será vigente, así como la Palabra de Dios, que es y será, siempre, viva, veraz y actual.
Secuestros, asaltos, crímenes
Todos tenemos culpa, por no acercarnos a Dios
María Guadalupe Jiménez
Descargamos toda responsabilidad en el Gobierno, en la Policía, en los propios delincuentes; pero la razón (o sin razón) de lo que pasa la encontramos fácilmente en nosotros mismos.
Si como buenos católicos nos decidimos primeramente a orar con Fe y devoción, empezaremos por cambiar personalmente de vida, y la Sociedad será mejor. Si ponemos de nuestra parte para cumplir fielmente la Ley de Dios y dejar de ofenderlo, veremos que el mundo se transformará.
¡Salvemos a México, salvemos a la Familia! Hay que apagar el televisor y desapegarnos de toda esa moderna comunicación digital y virtual, y recordemos la recomendación de la Virgen María en Fátima para el rezo diario del Santo Rosario, a fin de obtener la paz del mundo.
Nos ocurre con frecuencia que exigimos, pero no damos. Queremos un hogar sin problemas, un mejor Gobierno, Sacerdotes santos, anhelamos la paz y el cese de la violencia; pero, ¿cuánto hemos orado por esas intenciones? La paz interior y la paz social no se generan solamente con lamentaciones o críticas. Se requiere mucha oración, sacrificio, participación responsable y generosa.
Pidamos por México, todos unidos, mediante la valiosa intercesión de Santa María de Guadalupe.
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