Cardenal José Francisco Robles Ortega,
Arzobispo de Guadalajara
Hermanos, hermanas:
Quiero compartirles una reflexión sobre el evento que estamos viviendo en América Latina: la Jornada Mundial de la Juventud, en la Ciudad de Río de Janeiro, Brasil, donde el Papa Francisco se ha encontrado, por primera vez como Sumo Pontífice, con esta Iglesia del Nuevo Mundo, y desde ahí ha hablado a toda la Cristiandad como Sucesor de San Pedro.
Deseo reflexionar también con ustedes, brevemente, sobre los protagonistas de este Encuentro. Lo primero a considerar es que se trata de una Fiesta de Fe; los protagonistas, por tanto, son quienes tienen qué ver con este don y con esta luz que nos llena.
Pero el primer protagonista es Dios mismo. Nosotros no podemos medir lo que Él haga en el corazón de cada una de las personas que han acudido a este acontecimiento, particularmente los jóvenes. Hace maravillas con el poder de su Espíritu en el corazón y en la mente de las personas que lo buscan. No sabemos si en la Misa presidida por el Papa, si en alguno de sus mensajes u homilías o si en algún momento de oración, sobre todo ante el Santísimo Sacramento, Dios haya hablado al corazón de las personas que se han acercado con buena voluntad.
El segundo protagonista es el Papa, quien ha llegado hasta allá consciente de que es un mediador. No es un hombre de poder, no es un hombre político que haya ido a buscar a los jóvenes para pedirles algo, para quitarles o para servirse de ellos. Más bien, ha acudido para decirles a los jóvenes que tienen una misión qué cumplir en la Sociedad, en el mundo, en el seno de la familia y en el mundo de la actividad profesional o laboral. Los ha instado a encontrar su auténtica vocación a partir de ser discípulos y misioneros de Jesucristo; así que no viajó hasta Brasil sino como misionero y mensajero del amor.
En tercer lugar, los protagonistas son los mismos jóvenes, quienes muchas veces buscan en lo que tienen a su alcance: amigos, familia, instituciones, pero no encuentran lo que andan buscando, que es la luz y la orientación para su presente y, sobre todo, para su futuro; pero que, sin duda en esta ocasión, debido a su acercamiento con el Vicario de Cristo, que es su representante en la Tierra, habrán de encontrar eso que tanto anhelan para poder proyectarse como auténticos cristianos en la Sociedad.
Otro protagonista es la Iglesia, que se ha manifestado de nuevo en este encuentro con su universalidad, representada por los cientos de miles de jóvenes peregrinos que se han reunido allí, procedentes de los cuatro puntos cardinales del orbe en donde la Iglesia tiene presencia; jóvenes que, hablando distintas lenguas y portadores de diversas costumbres y culturas, se han portado como una sola familia, como un solo pueblo unido por la misma Fe.
Y, por último, protagonista también ha sido el mundo, que ha estado presente en esta JMJ a través de los Observadores y de los Medios de Difusión que, desde luego, han externado sus opiniones para difundir este acontecimiento de relevancia mundial. Algunos de ellos considerándolo positivamente y en todo lo que vale; otros, manifestado una crítica, quizás severa o injusta, en contra de la Iglesia, de los jóvenes y tal vez contra la persona del misma Papa. Así pues, también el mundo, mediante la Opinión Pública, ha sido protagonista y por eso tenemos que atenderlo, tanto en lo positivo que haya manifestado, como en sus expresiones negativas.
Pero, ante todo, debemos esperar y pedir al Señor que esta Jornada sea grata para Él; que este primer acercamiento del Papa Francisco con la Iglesia Latinoamericana sea provechoso, y que su palabra derrame abundantes dones en el corazón de todos los jóvenes asistentes y de las personas que con el Pontífice han tenido contacto, y que a partir de esto se proyecte el gozo, el entusiasmo de conocer y de seguir a Jesucristo.
Yo los bendigo
en el nombre del Padre,
y del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.
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