Aprendiendo a pastorear
Pbro. Óscar Maldonado Villalpando
La austera, y elegante a la vez, sotana negra con su banda azul, que integra el atuendo del Seminarista Mayor, forja el perfil y la nota atípica del arduo paraje de estos suburbios, tan absortos en su penoso bregar cotidiano. El obrero, el joven, las señoras, parecen detener la respiración y suspender la tarea de elegir las naranjas o los plátanos para su canasta proveedora, al ver cómo, cual una aparición, cruzan el escenario las figuras esbeltas y juveniles de los levitas uniformados.
Éstos, han volado como las campanadas del místico santuario; han dejado la calidez de la vida mil veces protegida de las paredes consagradas y de las Casas Santas del Semillero de vocaciones, de la Sementera del Señor, para sumergirse en los barrios tapatíos.
Saludables experiencias
Catorce de ellos, en este mes de julio, han salido de Misiones a San Pedrito, en Tlaquepaque. Y están ahí junto a las familias, al lado de las pandillas, con los chavos y su multitud de tentaciones y laberintos vitales, inmersos en todo eso que forma el variado escenario de nuestro mundo contemporáneo, y que lleva incluido ese rechazo y enfado ante la vida misma por la desolación circundante: la demolición del núcleo familiar, el derrumbe de todo ideal, la claudicación de las aspiraciones espirituales.
Sorprendidos, casi asustados, cual tímidas palomas, en el deslinde de semejante pantano, ante las arenas movedizas de una modernidad fermentada de aspectos negativos, los Seminaristas se encuentran con la realidad vital y cotidiana del hombre, del hermano.
Han venido a estos lugares bajo el impulso de la Nueva Evangelización, pues también ellos, una mañana, en su vida, se sintieron cautivados por el Señor Jesús que, desde el Jordán, no ha dejado de llamar, de admirar a todo aquel que se acerca, como los primeros discípulos que se quedaron con Él.
Ejercen, tempranamente, ese mandato de anunciar el Reino, de ir a trabajar en la mies, en la viña amada del Señor. Buscan configurar entre sus semejantes el Evangelio de la hora presente, testimonio del encuentro penúltimo de Jesucristo con el hombre actual, que a pesar de ser subproducto de esta maquinaria abrumadora, sigue siendo el hombre y la mujer a quien Dios viene a buscar porque los ama, y a quienes se les ha de anunciar la salvación.
Algunas personas generosas abren, a la par de su casa, el resguardo de su corazón y el puño de su generosidad. Los saludan, los invitan, los acompañan, les comparten el pan. Y los Seminaristas misioneros están contentos y se sienten protegidos, porque la Parroquia es su casa que los espera durante estas “horas” del reloj de su vida. Quizá mañana, cuando ya sean Sacerdotes, sean nombrados Párrocos o Vicarios de esta zona y podrán recordar: “Un día vine aquí de Misiones”
Por ahora, el Equipo Misionero está integrado por 14 Seminaristas: un Diácono, un alumno de Cuarto de Teología, otros de Tercero, algunos de Filosofía, y otros que concluyeron su Curso Introductorio de Formación en Tapalpa. Pero todos están felices y siguen agradeciendo los alimentos y los sentimientos de afecto de esta grey tlaquepaquense, con sus acciones y también con sus canciones, entonadas al son de sus guitarras. Ellos y los fieles constituyen el empeño de seguir a Jesús, de tomar el camino del discipulado, precisamente ahora en esta cuesta existencial.
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