Daniel León Cueva
Ahora que los niños están de vacaciones escolares, proliferan las jornadas intensivas de Catequesis en prácticamente todas las comunidades católicas. Y es que se aceleran o se ponen a punto los preparativos de todas las ceremonias colectivas en que millares de pequeños recibirán por vez primera a Jesús en la Divina Eucaristía.
¡Ah, pero ni qué esperanzas que se parezcan las sesiones de estudio del Catecismo de hoy, a las de antes! Así lo refleja esta simpática pecosita de por allá de San Pedrito, que aceptó regalar su mirada y su sonrisa durante el receso, después de una repasada al texto, que les dirigió la Seño Catequista.
En aquellos remotos ayeres, se aprendía uno la Doctrina a base de recitar en sonsonete las respuestas del librito del Padre Ripalda. Todos atentos, todos unísonos y seriesitos, si no se quería un pellizco bien atornillado de la Maestra. De todos modos, se recuerdan con gratitud y añoranza los momentos de aprendizaje, de convivencia, de sanas travesuras y ocurrencias, de piadosa ilusión por llegar a comulgar.
Hoy en día los métodos son más flexibles, la pedagogía es más dinámica, digerible, interactiva, incluso lúdica. De todos modos, en cualquier tiempo y lugar del quehacer catequístico, parece andar por ahí, revuelto en cada tropilla, un Jesús risueño, juguetón, amigable, pero que también invita a los chiquillos “a andar en las cosas de su Padre”.
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