Cardenal José Francisco Robles Ortega,
Arzobispo de Guadalajara
Amigas, amigos:
Les saludo y quiero compartir con ustedes una reflexión a propósito de la Jornada Mundial de la Juventud, a celebrarse en Río de Janeiro, Brasil, con el Papa Francisco. Estas jornadas las inició el Papa Juan Pablo II, las continuó el Papa Benedicto XVI y ahora el Papa Francisco las encabeza por primera vez.
Ustedes, seguramente, tendrán la oportunidad de estar al tanto del acontecimiento en cuanto a sus mensajes, propuestas y eventos programados, pero yo quiero, a partir de este Encuentro, hacer una reflexión sobre la importancia que reviste la juventud.
Los jóvenes están presentes y activos en todo el orbe, pero lo importante es tomar conciencia de algo incuestionable, y es que de los jóvenes que tenemos actualmente depende el futuro inmediato de nuestra Sociedad, de tal manera que si tenemos una juventud sana, podemos nosotros esperar una Sociedad sana, y si tenemos una juventud enferma, que no encuentra sentido de la vida, cautiva de la violencia, de los vicios y adicciones, no podremos esperar una Sociedad sana, una familia sana, un mundo sano; de ahí la necesidad de que esta Jornada Mundial de la Juventud nos haga, a todos, volver los ojos a ella y pensar sobre la trascendencia que tiene el sector juvenil en nuestra familia, en nuestra comunidad, en nuestra ciudad, en nuestro país.
Y todos aquéllos que tengamos alguna relación con los jóvenes, ya sea porque sean nuestros familiares, porque sean alumnos en la escuela, o porque sean trabajadores de la institución o empresa, cualquiera que sea la circunstancia de cercanía con los jóvenes, aprovechemos esta ocasión para llenarlos de ilusión y esperanza, de oportunidades y posibilidades de hacer un proyecto positivo de vida, de manera que se vean plenamente realizados como seres humanos y se sientan verdaderamente útiles a la Sociedad.
No hay cosa más triste que ver a un joven que no sabe por qué ni para qué está en este mundo; que no encuentra razón de su existencia y por eso es que se refugia en las adicciones; no hay cosa más triste que ver que el joven, en la plenitud de su vida, sea usado como carne de cañón o instrumento de violencia y de agresividad hacia la Sociedad. Por eso, les reitero, es tan relevante que consideremos el valor de esa etapa de la existencia humana; que meditemos en la riqueza y posibilidades que de ella pueden obtenerse, a fin de construir, mediante una juventud sana, una Sociedad próspera y justa.
Yo los bendigo
en el nombre del Padre,
y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
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